
Si ahora mismo me preguntasen alguna de las cosas que más valoro en mi vida, creo que la respuesta sería el tiempo. Mi tiempo, bien invertido y aprovechado.
Hace algún tiempo asistí a una formación por trabajo y, nada más llegar, lo primero que nos pidieron fue hacer un círculo y dividir ese círculo en las 24 horas que tenía el día y describir qué es lo que hacíamos.
Fue ahí, cuando, de repente, visualicé que casi la mitad del círculo estaba destinada al trabajo y que 7 u 8 horas eran las horas de sueño, de descanso y que, realmente, lo que me quedaba de tiempo libre eran 6 horas al día para dedicarme a mí misma, a mis hobbies, a mi familia, a mis amigos… Y también, durante esa sesión, nos dijeron que pensásemos en nuestras prioridades para organizarnos.
Ese ratito me hizo darme cuenta que quizás estaba utilizando en exceso el «no me da tiempo», el «no tengo tiempo»… Y que lo usaba muchas veces, quizás, más como una excusa que como una realidad. Me paré a pensar y me di cuenta de que tal vez no es que no tuviese tiempo para hacer ejercicio, sino que, probablemente, como no era una de mis prioridades, nunca encontraba el tiempo para eso.
Al poco de esta sesión escuchaba un podcast y una psicóloga decía que el tiempo es exactamente el mismo para todos que lo que falta es organización y planificación. Establecer unas prioridades y sacar todo aquello que nos está haciendo perder el tiempo
Pues bien, me paré a analizar ese tiempo que “perdía”. Obviamente todos tenemos tiempo que “perdemos” y, si nos paramos a analizarlo, probablemente lo veremos. Yo, personalmente, me puse a pensar el tiempo que pasaba frente a las pantallas. Porque, cuántos de nosotros no hemos entrado en Instagram y hemos salido 2 horas después tras haber visitado perfiles que hasta nos habremos preguntado cómo hemos llegado hasta allí.
Después de pararme y analizar en qué perdía mi tiempo, reflexioné, reflexioné sobre todo aquello y decidí que tenía que tener claras mis prioridades y mis objetivos, planificarme y organizarme, para tener tiempo de llegar a todo, a todo lo que yo creía que era una prioridad. Trabajar, estudiar, estar con mi familia, hacer deporte y por supuesto dedicarme tiempo de calidad. Todo eso en las horas que me quedaban libres, porque eso si mis 8 horas de sueño no las toca nadie, esas son sagradas.
Y funcionó, funcionó. Ahora puedo decir que tengo una lista de prioridades claras. Que me organizo para que realmente esas prioridades sean lo primero de la lista. Y finalmente tengo la sensación de que estoy aprovechando mi tiempo al máximo y de manera satisfactoria. Hasta he encontrado tiempo para entrenar cada día.
Pero, sin duda, está claro que aprender a gestionar nuestro tiempo y organizar nuestras prioridades es lo único que hará que no lo perdamos. Porque ya lo sabéis, la vida son dos días.