El bosque de las palabras
Casi una hora pasaba del sol de medio día
y en la octava de san Bernabé era ya la cita.
Acudieron los cuatro sin ninguna mesnada
a lo que allí todos llaman la Tierra de Aranda.
Calafate del horneo en asador triunfante
es don Javier regente con mandil por delante
que a esa hora esperaba como anfitrión oficiante
entre vinos, carnes y espíritus delirantes.
A la hora convenida fue que hicieron presencia
los cuatro convecinos todos pidiendo vino:
Josefa y José, doña Begoña y el que pleita.
Vuesas mercedes tomen asiento en esta mesa.
Para endulzar el gaznate rico vino llega,
sea jamón de Guijuelo, y al vino el chorizo.
¡Pero par diez ya se acabó el soneto!
Pues ea, sea, vamos ya con otro.
Tres botellas de Empecinado, ¡vino encantado!
De oloroso vinagre regada la ensalada
y de arroz es la morcilla que de Burgos llaman
que con pimiento de morrón está coronada.
Mas cerrando el entremés lomito de alacena
que a todos encanta en esta mesa tan bravata.
Javier trae la guarnición del principal plato.
Son patatas de espanto que al horno lisonjero
dora con líquido ajeno dentro del caldero
y este truco empleado en asador tan ufano
rinde pues a los comensales de palmo en palmo.
Pasan ya tres horas con sentido emocionado
entre vino suntuoso y parloteo aplicado,
con risas, con aires y con renglones doblados.
¡Otra vez el soneto terminé
y aún no he dicho cual la dicha fue!
Pues ea, sea, vamos ya con otro.
En cuanto los efluvios ya nublaban el seso
llegó como un san Lázaro portando el remedio
maestre que del horno dorado al punto medio
los cuartos que de lechazo dieron hasta medio.
¡Qué tersura! ¡Qué gradiente que había entre diente!
¡Sabor y pleitesía de vasallo a señor!
La emoción sublime y el ardor de la pasión
llegaban de todo punto a transfiguración.
Mas ¡basta vive Dios de tanta sublimación!
que ahora llegan los postres más el colofón.
¿Dónde metemos tan tamaña proposición?
Colulant o una cucharada de tremolina
que daba igual como antesala al punto final
pues era el gin tonic que no podía esperar.
¡Pues otra vez ya terminé el soneto!
Aquí os digo que no vamos con otro.
Una Quintilla si, y fin de la cita.
Fuimos saliendo a las ocho
de la Taberna de Aranda
de Rivera hasta el embozo
con un lechazo en la panza
y el bolsillo con un roto.