La ciudad recobra el pulso y afronta con esperanza una temporada turística que puede ser un bálsamo para el drama vivido durante meses por culpa de una pandemia, especialmente virulenta, en lo económico, con la hostelería.
En ese contexto, marbellahoy.es ha visitado dos establecimientos, dos lugares donde se trabaja mucho y bien para dar un buen servicio a clientela de aquí y de afuera, como tantos otros. Uno en el corazón del Casco Antiguo, La Santa; el otro, en la playa, La Ola. Dos ecosistemas diferentes, pero que tienen en común todos los avatares que ha de atravesar este tipo de negocios para sacar adelante su actividad.
En La Santa, Juan Vargas está muy satisfecho con la calidad de sus tapas, su carta y la excelente bodega que caracterizan a su establecimiento. En condiciones normales, sería un año más, uno cualquiera, pero esta vez, no. “Este verano es especial”, cuenta, por lo duro que ha sido llegar hasta aquí.
Durante la conversación, se puede percibir que la percepción generalizada sobre la afluencia turística no es mala. “Se ve gente, sí. Vamos remontando…”, cuenta Juan.
Recientemente, el portavoz municipal, Félix Romero, anunció un plan de reactivación económica, aún en fase muy primaria, pero con medidas anunciadas de todo tipo. Preguntado sobre medidas que pudieran beneficiar al sector, el hostelero señala que “hay muchas”, pero espera que, esta vez, “cuenten con nosotros. Que vengan a preguntarnos, más allá de lo que puedan decidir los gobernantes y las asociaciones”.

Al otro lado del espectro urbano, en la playa, Belén Haro regenta el restaurante La Ola, en la emblemática Fontanilla. Como en La Santa, es un poco pronto, todavía no había venido mucha gente. Luego habría de llenarse. Pero, entretanto, nos recibe justo cuando está haciendo un espeto de sardinas. Ni muy grandes, que aquí no gustan, ni demasiado pequeñas. Mas bien medianas.
Belén, como tantas personas que se dedican a la hostelería, echa de menos a los visitantes ingleses y nórdicos. “Eso sí se está notando”, lamenta. También espera que pronto se pueda quitar la mascarilla porque, “con el calor, en la playa, se hace muy duro”. Después, se marchan la cámara y el periodista y ahí se quedan Juan y Belén. Les espera una jornada más de trabajo duro y soñando, a la vuelta de San Juan, con que las vicisitudes de los últimos meses se queden en un mal trago pasajero.
