El bosque de las palabras
Con este título hacemos referencia a la cadena de reyes asesinados o depuestos por los nobles en los tiempos que los godos reinaron en la península Ibérica.
Fue el Obispo Gregorio de Tours el que acuñó el término después de la trágica muerte del rey Teudis en el año 548 y ya quedó consolidado porque de los treinta y tres reyes godos solo quince murieron de forma natural.
Las formas de la muerte eran violentas como debe suponerse. Venenos, puñales, ahogamientos, accidentes inesperados y hasta uno muy curioso que pusieron en práctica con el penúltimo rey godo llamado Wamba. Este sintiéndose muy enfermo después de haberle sido administrada Esparteína, un potente hipnótico, para buscar el consuelo de Dios decidió vestir saco (como los eremitas bíblicos) y fue tonsurado (rapada la coronilla). Cuando se repuso y decidió volver a ocupar el trono ya no pudo ser pues la ley visigoda impedía a los reyes tonsurados reinar de nuevo. Fue Rodrigo el último rey visigodo al que vencieron las tropas africanas en el año 711.
El morbo gótico tenía por justificación (en realidad la muerte violenta nunca es justificable) el que las monarquías visigodas eran elegidas por la nobleza y por lo tanto no eran heredadas. Los mismos nobles que se proponían como reyes conspiraban entre ellos o los familiares de ellos urdían las deposiciones.
En el libro AÑO 711 LA INVASIÓN MUSULMANA DE HISPANIA, escrito por Domingo Domene Sánchez y publicado por Ediciones del Laberinto, supe de este término que me inquietó tanto que bien mereció este artículo, que sin embargo no he escrito hasta que no he visto las dos primeras temporadas de El CID, que ha puesto Prime en antena.
No voy a entrar en detalles sobre esta serie pero si les diré que todas las tramas que se urden en ella tienen sus visos de certeza (independientemente de las dramatizaciones necesarias para guionarlas) y que aluden a la tonsura visigoda y a las intrigas palaciegas que nos recuerdan a la serie Juego de Tronos. Y entonces se me provocó la necesidad de escribir esto pues nuestra historia está llena de estas intrigas que nos confirman que la realidad supera a la ficción. Lo que pasa es que nuestros guionistas no debieron estudiar la historia antigua y de la edad media de la península y nuestros productores de cine y teleseries tampoco quieren arriesgar su dinero, pensando, como siempre, que lo de fuera es mejor que lo nuestro por lo que es más fácil inventarse mundos paralelos que no comprometen a nadie pero que en el fondo hablan de los mismos temas de los que viene hablando el hombre desde que domina este planeta: amor, odio, muerte, venganza, tristeza, alegría, pasión, olvido, pobreza, riqueza, etc.