El bosque de las palabras

Entre las notas que guardo a lo largo del tiempo, porque pudieran venirme bien en mi vida, o porque, como ahora es el caso, pudiera compartir con ustedes, he encontrado la que hoy ocupa nuestro tiempo. Es una cita de Pablo de Tarso, SAN PABLO para los Cristianos, a quien yo considero uno de los grandes filósofos y humanistas de la historia del hombre.
La cita la encontramos en su Epístola a Tito. 3.10.11, y dice así:
“Al sectario, después de una y otra amonestación, evítale, considerando que está pervertido; peca, y por su pecado se condena.”
A menudo cuando acudimos a citas bíblicas o evangélicas solemos caer en el error de considerar que no están actualizadas con nuestro tiempo y por consiguiente no las tenemos en cuenta creyendo que quien cita lo hace para quedar bien y quien la escucha lo hace porque es de cultos hacerlo.
Esta cita es de rabiosa actualidad, como en realidad ocurre, con ciertos contenidos que se nos muestran en libros de referencias religiosas y que contienen ideas filosóficas y humanistas ya que salieron de mentes humanas e iban dirigidas a mentes humanas. Todas hicieron crecer al hombre.
“Al sectario, después de una y otra amonestación, evítale, considerando que está pervertido; peca, y por su pecado se condena.”
Verán, vivimos en una sociedad excesivamente crispada. Insultamos por nada, nos violentamos por nada y dejamos de ser tolerantes en menos que canta un gallo.
La tolerancia es la consigna perfecta para vivir en sociedad y cuando la perdemos nos convertimos en sectarios, al sectario se le nubla la razón y actúa con prepotencia, violencia, cometiendo injusticias porque no se han ponderado los razonamientos que llevan al despotismo.
Entre los jóvenes de hoy hay mucho sectarismo porque la educación que reciben de sus padres está llena de irresponsabilidades y falsos derechos que se otorgan por nacimiento y que no son explicados, ni justificados y lo más grave, no son conquistados.
Pero el sectarismo más arraigado, el más doloroso en mi opinión, es el de los políticos. Con sus declaraciones y sus actos trasmiten tensiones innecesarias a los ciudadanos.
Con la irrupción de las nuevas ideas (que no ideologías) surgidas de los movimientos del quince de mayo aparecieron en el espectro político unos jóvenes nacidos en plena democracia, de ideas sectarias y dictatoriales que a algunos nos preocuparon. Hoy esos jóvenes están gobernando. Las explicaciones y operaciones, por irreflexivas y nada ponderadas calan en los más necesitados, advenedizos y débiles, para conseguir, no una conciencia social, sino una conciencia numérica traducida en cantidad de votos.
Ese sectarismo que generalmente apareció en las ideas de izquierda propició (muy a pesar de los demócratas) el otro sectarismo de derechas, y consecuentemente la polarización extrema de nuestra sociedad.
Deberíamos mirarnos (los colectivos sociales) la parte de culpabilidad y preguntarnos ¿Por qué hemos llegado a esto? Y mientras hacemos ese ejercicio de conciencia, actuemos como nos dijo San Pablo: después de que le hayamos dicho al sectario que su opinión y actitud perjudica a la comunidad y que este no se corrige, debemos evitarlo, es decir, apartarlo, no votarlo, por su perversión y por su irresponsabilidad.
Claro que para eso tiene que haber alguien que tenga la cabeza en su sitio. Un padre. Un maestro. Un alcalde. Un juez. Un colectivo.