El bosque de las palabras
“Un artista de la palabra, un trabajador del verso, un espíritu inquieto que tuvo la valentía de hacer vivir la literatura a los alumnos”
Así ha definido Isabel Caneda, su compañera en la enseñanza, a Ramón Luque Sánchez.
Ramón, con quien estudié Magisterio hace ya más de quince mil días, me ha dedicado uno de sus poemarios que titula REMANSOS EN EL TIEMPO, y que trata, según su propia definición: “de esas huellas, de esas alegrías y tormentos. De esos susurros y gritos que nos forman y deforman hasta hacernos como somos.”
Pero en realidad lo que subyace en este poemario de Ramón Luque es la filosofía de la vida vista a través de un diamante poliédrico que solo le pertenece a él, pues a él solo le pertenece ese sentimiento de orfandad enquistado tan dentro que: “padre mío; también las ilusiones se marchitan: el dolor, ya lo ves, pide acomodo…”
Y en la plenitud, la sangre, la que comparte con los suyos como en un ofertorio, canto de luz y recuerdo, y que dedica a sus dos hijas porque: “… me consumo en vuestro amor, hoguera de dicha y emoción como un poema.”
Y antes hubo “arrojo y deseo” y “Entonces no vi al ángel o al demonio empuñando la espada que se forja de olvido. Y ya siempre dejamos de ser dioses.”
Y sí Ramón, “Cada día se muere un infinito” porque “Tanta distancia hiere.”
Y como por lo general ocurre en nuestra vida entre “Otras cosas…Fue puro azar, lo sé, que me enseñaran la métrica del verso, el ritmo interno que marca la armonía de una oda, la intensión musical que da la rima.”
Ser poeta no es una elección. Serlo, forma parte de nuestro tránsito, y preferentemente del espacio en el que habita la soledad. “La arquitectura de la soledad… Y supe que el ahora no me pertenecía… Solo cuando matamos nos sentimos eternos… La soledad no es plagio, Penélope, amor mío…”
Hasta que la derrota de la infelicidad nos hace vulnerables, nos acaba y nos extingue. El poeta es un ser cristalino, etéreo, cósmico que necesita de la luz y la esperanza para albergar vida porque “…si me quitas la luz, solo me queda el miedo.”
La fragilidad del poeta marca cada uno de los versos que declama en la vida, buscando, buscándose, para encontrar realidades, mundos en los que reclinar su conciencia… hasta que el final llega, e incluso así, seguir pretendiendo existir.
Acabo con la lectura de un poema que dedica a Ernestina, su esposa, su vida:
TESTAMENTO
Se apagará mi voz, y tantos nombres
crecidos por el alma,
desnudos como rezos,
morirán por el goce de mis labios.
¡Este miedo de ser caerá abatido!
Esta luz de emoción escondida en las venas,
la que no iluminó mi piel enamorada
cuando se afloja el velo que ciñe los deseos,
se grabará en mi rostro.
¡Y tú sabrás, amor, que me habitaste!
Se están cayendo ya todos los versos
que un día me acecharon
y no elevaron en papel un mundo:
Fragmentos son del alma de los cielos.
¡Ráfagas de inquietud apagan los sentidos!
Estoy mirando al mundo con los ojos más lúcidos,
buscando un horizonte para la soledad,
una pregunta sola
para tantas respuestas que he encontrado.
¡Mis manos tocan ya el frío del silencio!
Mándalo todo al fuego: ilusiones e inéditos,
la historia de mi vida,
el jardín que sembramos…
¡Solo conserva, amor, la puerta al primer beso
y el calor de los hijos!
REMANSOS EN EL TIEMPO
DE RAMÓN LUQUE SÁNCHEZ
PUBLICADO POR EL PATRONATO DE CULTURA, TURISMO Y FIESTAS DEL AYUNTAMIENTO DE JAÉN AÑO 2006.