El bosque de las palabras
Al leer a los clásicos nos damos cuenta de que sobre las cosas propias de la humanidad hay hoy en día pocos descubrimientos. Ellos como nadie se preocuparon por estudiar, en la medida de sus posibilidades y métodos, el espíritu y el cuerpo humano.
Las lecciones que de ellos aprendemos son muchas y es por lo que yo siempre apelo a que cuando nos encontremos perdidos, vacíos e inhóspitos en nuestro propio hábitat, recurramos a los clásicos, pues en su sabiduría hallaremos las respuestas.
Plutarco en su obra Las Vidas Paralelas, contándonos la de Teseo, nos dice que el número ocho es:
Primero: “El primer cubo formado de número par”.
Cuatro y cuatro, que representado en sus puntos unidos, efectivamente contamos 8 vértices, seis caras. Un dado.
Cosa tan simplemente fácil encierra un tratado de filosofía matemática.
Segundo: “Es el primer doble del primer cuadrado.”
Irrefutable. Es el primer doble pues en realidad el primer cuadrado tiene más dobles.
Por la dinámica de nuestra vida no acostumbramos a reflexionar sobre estas cosas aparentemente sin importancia, y cuando tenemos en nuestras manos un dado, lo primero que hacemos es asociarlo al juego, pero en realidad esas pequeñas cosas en las que no reparamos son conceptos matrices de nuestra existencia.
Veamos. Plutarco mediante el estudio que nos facilita de Teseo nos introduce en la existencia de la muerte. Algo que tanto preocupa al hombre él lo simplifica como diciéndonos que nos pertenece y va con nosotros como va la vida.
Dice: “Carmenta es la parca que preside el nacimiento de los hombres.”
Por consiguiente en la existencia ambas van unidas desde el mismo hecho de nacer y le pone nombre propio para ahuyentar el miedo.
La felicidad del nacimiento. El miedo de la muerte. La aceptación de ambas significa la superación de las emociones que ambas conllevan.
Otra de las preocupaciones de los clásicos fue la gobernanza y de ella las dualidades que procuraban el mundo griego y romano, de ahí esta reflexión:
“Hay que conservar la índole regia. Teseo y Rómulo se salieron de ella.
Teseo se salió a la democracia. Rómulo a la tiranía.”
Como dos elecciones diferentes en una misma vida. Dos opciones, dos instrumentos, dos conceptos de supervivencia y evolución.
Y añade Plutarco:
“El gobernante debe conservar la propia autoridad y esta se conserva absteniéndose de lo que es inconveniente y abrazando lo que es conveniente.”
Se diría que es una lección del pasado para el presente en la gobernanza de nuestros países.
Pero añade más, algo que no tiene desperdicio:
“El que afloja o tira deja de ser rey, degenera en demagogo o déspota y engendra en los súbditos odio o desprecio.”
Aflojar o tirar del que tiene la autoridad. Demagogia o despotismo. Demagogia si sucede en la democracia, despotismo en la tiranía.
¿O quizás en ambas sucede?
Y por último nos define el sentimiento que deja todo esto en el súbdito, ciudadano lo llamaríamos nosotros en la actualidad.
“El odio es fruto de la equidad y de la filantropía. El desprecio nace del amor propio y de la dureza.”
O sea, que al ciudadano, al súbdito, le nacerá el sentimiento según le vaya en la película.
¡Ya me dirán que hay nuevo bajo el sol!.