El bosque de las palabras

Después de la derrota que el general Castaños había infligido a las tropas invasoras en Bailén, finalmente los franceses pudieron entrar en Andalucía causando gran destrozo por las localidades que pasaban.
Era el mes de abril de 1810 cuando trescientos franceses pretendieron ocupar Grazalema. Los ciudadanos se defendieron como pudieron agrediendo a los gabachos desde cada una de las casas del pueblo, y cuando se les acabaron las municiones y materiales de lucha, huyeron a la sierra y esperaron pacientemente a que los franceses se fueran, y cuando se fueron, todos los habitantes volvieron tan panchos. Aquellos trescientos soldados, bien armados, no pudieron someter el pueblo.
El 3 de mayo volvieron los franceses contra Grazalema, esta vez llegaron con una división, tres regimientos y algunos húsares. Total tres mil hombres bien pertrechados que tampoco pudieron tomar Grazalema. Los ciudadanos pusieron los colchones en las ventanas de las casas y se liaron a trabucazo limpio con el enemigo. La mayoría de los del pueblo se atrincheraron en el mercado, en el centro del pueblo y dentro de la iglesia de la Aurora, resistieron con gran valor y consiguieron hacerles mucha pupa. Diez húsares y cuarenta artilleros consiguieron romper las barricadas de la plaza pero nunca regresaron a las filas de la división francesa.
José Benítez Chacón, Jefe de los Voluntarios de Grazalema, un tipo alto, que vestía capa y bastón, que era labrador y padre de trece hijos, perdió uno a la entrada de la iglesia de La Aurora acribillado por los disparos. Su madre lo recogió bajo el fuego francés empujando el cuerpo como pudo para llevarlo dentro de la casa.
José Benítez Chacón perdió a siete de sus hijos varones en las guerras de la Independencia y Carlistas. A Marcos, el último varón que quedaba y que su madre no quiso que fuera a la guerra, lo mató el toro de Grazalema, que corrido en las ferias del pueblo, lo cogió de tal manera que lo clavó en la madera de la puerta de su casa. El pitón del toro lo atravesó y mientras se moría pedía confesión a voces. Desde una ventana de enfrente, el toro estaba en la calle, lo confesaron y murió al momento.
La madre le dijo al padre llorando a lágrima viva: “Dios se llevó lo que le negamos a la Patria”
Aquel fatídico mayo de 1810, cuando la división francesa regresaba a los cuarteles de Ronda, unos tiradores llamados “las moscas de la montaña” que eran de la partida de Serrano Valdenebro, consiguieron sumar más pérdidas francesas.
El general francés Peiremont para dar un escarmiento por la derrota de Grazalema, ataca Cortes, que cae y lo incendian. Después caería Benaoján, pero al llegar a Arriate, un tal Juan Becerra con su partida aviaron a más de dos docenas de franceses.
Varios guerrilleros, entre ellos Andrés Ortiz de Zárate “El Pastor”, se atreven a marchar a Ronda con el fin de liberarla pero los franceses los machacan.
Benadalid, Benalauría, Algatocín fueron quemadas. Se rindieron Benarrabá y Gaucín. Un traidor, Fernando Espinosa, se encargó de ayudar a los enemigos.
El 16 de mayo de 1810 los franceses ocupan Ubrique, Benaocaz capitula y Villaluenga aguanta lo que puede hasta ser pasto de las llamas por no capitular. Y aquí queda el verso:
“Villaluenga del Rosario
no quiso capitular
y vinieron los franceses
y quemaron el lugar.”
PAsí fue como los franceses culminaron la ocupación de la baja Andalucía y así fue como los andaluces defendieron su tierra.
