El bosque de las palabras

Calmaba este singular otoño su aridez con un soplo de fresco poniente mientras llegábamos a Vesania. Allí en este rincón de los versos que mi amigo el poeta Miguel Tapia ha bautizado como el lugar de los “VERSOS COMUNICANTES” nos dábamos cita los amantes de la poesía y el arte alrededor de tres voces sobre la poesía, y en la poesía la voz del verso.
Paco Vargas, Agustín Casado y Concha Montes. Los tres amigos, los tres poetas, los tres amantes de la palabra y el verso.
Concha Montes no se prodiga en la poesía, según ella y me lo creo, por falta de tiempo para escribir, pero sus versos hieren y se acomodan en la conciencia como una espina retadora para la moralidad.
Los escasos pero exquisitos y delicados poemas que Concha nos leyó surgieron en los asistentes el efecto deseado, no los olvidaremos en la intención del objeto, pues la mujer fue el objeto: “mujer fatal…la inadecuada, la incapacitada…el eterno femenino…con las cenizas me levanto”. Y los que no la conocíamos como poeta ya supimos de su alma, nunca jamás tibia, nunca jamás olvidada como la de las almas de las mujeres que sufren.
Cuando Agustín Casado, rimador comprometido en sílabas contadas y de prodigiosa memoria, tomó el micrófono, la voz del verso, de su verso generalmente sátiro, se elevó sobre la noche y puso nota de divertido compromiso, crítica y reflexión, pues cuando Agustín declama, insisto, con esa memoria prodigiosa sin el auxilio de un papel, no lo hace por el placer de la general risa, sino por el placer de reírse de las cosas que pasan en este mundo y de las que pasarán en el siguiente, como si con la risa pusiera en solfa todo el pentagrama de la fauna humana.
Y Paco Vargas que lleva en su alma miles de versos contados y cantados a golpe de cajón y melodía de Soleá y otros palos, y que de poesía, la cantada y la recitada, sabe un rato.
Con él les dejo, con él cerramos este Bosque de las Palabras que en Vesania nos dejó y dijo: Sobre la voz la poesía, en la poesía el verso.
