El bosque de las palabras

Keisha Disaya García concluía su recital en Vesania con un poema dedicado a su madre, presente en el acto, con motivo de ser el día de su cumpleaños. Y todos nos emocionamos pues los versos sinceros nos atraparon con fuerza ese punto del pellizco que aparece en el estómago cuando lo dicho, lo expresado, lo recitado se hace con tanto amor como lo hizo hacia su madre esta joven poeta.
La poesía que nos dijo Keisha Disaya en Vesania el pasado sábado 10 de diciembre, estuvo llena de frescura, de jovialidad y de un espíritu positivista que llena los corazones.
Esta mujer joven, exultante de madurez, complementa sus versos con una filosofía de vida especialmente espiritual que atrapa las almas de los que la escuchan, pero que, sobre todo, conecta con el mundo infantil con inusitada facilidad, quizás sea porque ella está más cerca de “esos locos bajitos” que de los ásperos y hastiados viejitos.
“No hay hombre, hombre, ni mujer, mujer…” y en su reiteración, “Amigo, amigo” como fortaleciendo los mensajes para declararse como en su verso: “niña alta de corazón de caramelo.”
El poeta Miguel Tapia presentó a las poetas invitadas a la velada y justificó la ausencia de Flora Jordán que por motivos de enfermedad familiar no pudo intervenir, aunque sus versos estuvieron presentes pues tanto Miguel como Keisha y María José Jiménez, la otra poeta convocada, leyeron versos de Flora publicados en su poemario: NO TODO ES POESÍA EN GRANADA.
Fue precisamente María José Jiménez quién abrió el evento en Vesania con la lectura de varios de sus poemas llenos de vitalismo y desnudez, pues cuando el verso es sentido y emocional resulta un espejo traidor a nuestra razón, o quizás a nuestra sin razón pues María José es; “lo que no fui”, porque: “¡Qué sabe nadie!” lo que se es cuando uno “anda titiritando las castañas del tiempo” y haciendo sonar “un sonajero para asustar a la guadaña.”
María José Jiménez que grita serenidad y que la serenidad le “responde con tormentas mal apagadas” no ha publicado aún pero sus versos fluyen entre las rayas del alma y aunque ella asegura que va “taimando sílabas”, estas gritan en la tormenta de su vida pidiendo papel, imprenta y tinta.
Con ella volvemos y despedimos este Bosque de las Palabras.
