El bosque de las palabras

La mosca ese sórdido insecto que se coloca inoportunamente entre la razón y la paciencia, entre la admiración y el asco.
Irresoluta, vuela sobre el universo creyéndose dueña y señora de la órbita que surca, nunca rectilínea, oblicua, zigzagueante, anárquica, caótica.
La mosca inspiradora, cojonera, maliciosa y a veces benefactora… pero al fin… una traidora.
El Imperio de las Moscas que inspira el post de Fabio.com.ar
El nombre de un restaurante en Tenerife.
Las moscas que inspiran a Willian Golding para escribir su portentosa obra: El Señor de las Moscas.
O La Mosca de las películas de Kurt Neuman y de David Cronenberg.
¡Hasta es La Mosca una marca de ropa!
Un insecto. En nuestra civilización es el insecto más conocido, por común y por artizo. No lo deseamos. No lo amamos. Lo odiamos, lo ignoramos. Sabemos que forma parte del ecosistema pero nos es indiferente. Incluso a los animalistas, que no lo defienden. Lo soñamos. Lo combatimos.
Imaginemos un tiempo en que las moscas dominaran la tierra. Con sus patas peludas donde tienen el gusto. Con sus trompas chupadoras sacándonos la sangre. Trayéndonos en sus vuelos las mierdas de los otros. Dominando este planeta como un día lo hicieran los dinosaurios.
Como moscas todos, con todas. Parásitos moscones. Todas dedicadas a vivir 25 días, y después, más y más moscas. ¡Reproduciéndose como moscas!
¿Viviría el humano en su imperio? No. Las moscas nos hubieran comido, aunque sospecho que antes de hacerlo Rockefeller inventaría el FLIT para que el hombre dominara la tierra, como así fue y así sigue siendo.
Antonio Machado les dedicó un poema:
Las moscas
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales…
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
(Antonio Machado, de Soledades, 1903)