El bosque de las palabras

Es común en los recitales de poesía que los autores expliquen los poemas que van a leer o recitar y que en la explicación dediquen más tiempo que el que luego en realidad durará el poema.
Creo que esto es debido a un interés especial por parte del autor en que lo que ha escrito se entienda, o acaso, por una inseguridad manifiesta de que lo que ha escrito, como pertenece solo al espectro anímico, no llegué a considerarse en su justa intencionalidad.
Esto que digo nos sucede a todos los que escribimos poesía pero mucho más a los jóvenes que escriben poesía.
El sábado 11 de febrero tuvo lugar en The Farm Café, una nueva edición del ciclo que tan brillantemente organiza el poeta Miguel Tapia, VERSOS COMUNICANTES, y que en esta ocasión contó con la presencia de la joven poeta Ana Haro, del polifacético Miguel Rodríguez y la profesora María Cabrillana.
Hace unos meses estuve en la presentación del poemario: DE ROSAS Y DELIRIOS de Ana Haro, presentación de la que se ocupó Miguel Tapia, siendo tal la conexión entre ambos poetas, que Miguel contó con Ana para esta edición del ciclo del mes de febrero. Verán porqué.
Personal, evocativo, anímico, en su poemario Ana “dibuja un camino de migas” sin duda para no perderse en los sobresaltos de la vida y en sus propios sobresaltos porque “toma café con sal y duerme con los ojos abiertos… se apellida Galaxia y Marte le queda grande” pero quizás lo que defina el principal motivo de este trabajo que nos presentó Ana lo exprese en este verso: “He bebido del vino de mi inseguridad” pues como a muchos versolaris nos ocurre y ella manifiesta sin pudor, vivimos con “una mano en la razón y la otra en las bragas.”
Sé que Miguel Rodríguez es un hombre de sentimientos, hace fotografías con el alma y sabe captar las almas de los fotografiados. Lo mismo que hace fotografías hace poemas, y en ellos surge su interior, la sensibilidad por la naturaleza, su propia sensibilidad, su recuerdo y sobre todo un viejo renacimiento como época de curación y de vida.
Miguel Rodríguez no elude ningún tema y se atreve con uno que a la mayoría nos resulta difícil y que él nos propuso en su último poema que tituló Sursum corda (arriba los corazones), el tema del sexo, más o menos duro.
Pero lo más significativo en la poética de Miguel Rodríguez es esa tristeza interior que acapara su pecho y que él exhibe en exabruptos de lágrimas y palabras:
“Date prisa muerte,
teatro cerrado,
función clausurada.”
Cuando María Cabrillana entra en la escena del recitado o de la lectura de sus versos, el escuchante identifica rápidamente la cotidianeidad absorbente de la vida, la normalidad conceptual de lo usual aderezada con un poquito de sal: “de hoy no pasa que me ponga al día con los besos atrasados”
La sátira es un campo por donde María se mueve bien: “cogerle los bajos a esta pereza que me arrastra” o como la Real Academia de la Lengua define a las Greguerías: “humor y metáfora que presenta una visión sorprendente de algún aspecto de la realidad”, pues en definitiva Greguerías son lo que María nos dijo en su noche de Versos Comunicantes: “Desde que dejé de ser oruga ahora solo nado a estilo mariposa”
Pero María Cabrillana atesora una amplia temática en sus versos. Quizás la de las relaciones humanas y personales sea la más imperante, que por otra parte suponen la dimensión única de la poesía. Y también la temática sobre el amor puesto que: “versos sueltos… somos tú y yo”, sentidos versos y entendidos desde una pureza absoluta y dimensional que nos motiva y emociona porque ellos han sido compuestos… con mucho amor.
