El bosque de las palabras
Antes de continuar con este artículo deberíamos establecer el significado de los siguientes términos que aparecerán:
AUSENCIA: El hueco que deja en nuestra vida el ausente. Es como un vacío que hay que volver a llenar.
LUTO: Periodo de tiempo para asimilar la ausencia del ser querido teniendo la certeza de su muerte, pues si no hay certeza, no hay luto, hay esperanza en la ausencia determinando nuestro futuro.
POSESIÓN: El espíritu del ausente que se mete en nosotros.
ESPÍRITU: La energía dejada por el ausente.
Hay algo en la ausencia que inclina a la posesión a cubrirnos.
Quizá el vacío, el hueco terrible que se incrusta en el alma, o la pena de haber perdido a un ser querido, sea la consecuencia de ese inquietante estado por el que pasamos las personas que hemos sufrido una pérdida.
Cuando perdemos a un ser querido establecemos el periodo de luto. Asimilamos su ausencia. Por unos días estamos descolocados porque el mundo nos ha dicho de su pérdida, pero nuestra conciencia no quiere reconocerla. Después el llanto y tras el llanto la posesión, que no es otra cosa que esa sensación que nos embarga y que nos ayuda en la catarsis del tránsito, y sin la cual no podemos llegar a la aceptación final de la ausencia.
Por ejemplo. Los hijos perdemos a nuestros padres, que son las ausencias más dependientes, y entonces sucede. Es como si el padre o la madre (depende de con quién nos hayamos identificado más), nos poseyera, pero con una posesión parecida a la de esas películas de espíritus errantes y fantasmas, por la cual, repetimos actos y acciones idénticas a los que ellos hacían o nos enseñaron, y sobre todo en los lugares donde ellos habitaron o habitamos.
En la casa del padre, el hijo parece y actúa como el padre. En la casa del hijo el hijo es él mismo. No hay transferencia, ni gestos, ni formas, ni razonamientos. Sigue su propia vida y costumbres. Pero en la casa de su padre, actúa como su padre, gesticula como su padre y casi hace la misma vida que hizo su padre.
En mi opinión este tiempo forma parte del tiempo del luto y solo estaremos listos para dejar el luto cuando comencemos a tomar decisiones sobre la vida que fue de ellos y que no tiene que ver con la nuestra, aunque la nuestra devenga de la de ellos.
Quiero llamar la atención sobre el hecho de que la posesión (como en las películas) puede ser benigna o maligna y no necesariamente la padecen todos los hijos o las hijas del ausente.
Es evidente que en las ausencias los lazos digamos, familiares, tienen que ver. Romperlos supondrá una consecuencia en nuestras vidas o de libertad o de cadenas. No cabe duda de que la historia compartida tendrá que ver con el periodo que estemos poseídos. Pero en cualquier caso nuestro libre albedrío será el determinante para saber cómo afrontar nuestro futuro.
Al fin de cuentas son nuestras decisiones las que nos llevan a él.