El bosque de las palabras
Inés María Guzmán ha escrito HORA DE MOLIENDA, quizás uno de los poemarios más enjutos en su concepción y en su estructura que yo le haya leído.
Tiene un prólogo que firma Antonio Aguilar, construido sobre la base identitaria de una de las poetas malagueñas de mayor proyección, que define la obra y la define a ella de modo sublime… y no añado más, porque de hacerlo desvelaría asuntos que atañen al acto poético de la autora y al del prologuista. Pero sí les voy a contar algo que Inés me contó, nos contó, a algunos amigos de su alrededor.
Hay una paloma que le habla a Inés e Inés le habla a ella, en realidad, sea como fuere, ambas, paloma y poeta se comunican.
La paloma, no sé si zurita o mensajera, habita no solamente en sentido físico, también emocional, en el hogar de la autora, e Inés me invitará a tomar café para que yo haga de notario en esta mágica relación de la que Inés María Guzmán se enorgullece.
Seguro que lo que la poeta no desvela, aún, es la importancia que la paloma ha tenido en este último poemario, pues no se pueden escribir estos versos, sinceros, enigmáticos y esenciales, si uno no tiene un confidente, pues el confidente “sentado” se diría con propiedad aquí, “posado”, escucha al interlocutor, y él, ella, anuncia, espera la HORA DE MOLIENDA:
“Es tiempo de molienda,
humeante el café por la mañana
invita a la camilla y al reposo.
La luz empieza como empieza el día
con la duda llamando en los cristales
tibios, de la tibia jornada.
Todo se muele, todo,
sentimientos, recuerdos, todo.
Es hora de molienda,
y me quedo sentada.
Que venga a mí la hora.”
Porque ese último verso de tan esencial poema es el verso definitivo de una vida, de un recuerdo, de un pensamiento… y sí, de un acto literario y de vida que hay que compartir en el lecho de la soledad con una paloma que se posa todas las mañanas en la ventana de nuestros ojos para iluminar el día y para volar al infinito mundo de los versos.
“Es hora de molienda,
y me quedo sentada.”
“Sentada para estar ahí. Para que la palabra venga a mí. Para el sueño. Sentada para llorar, o para recordar los momentos.”
Cada vez que Inés María coge la pluma y la posa sobre el papel, como la paloma, mulle su plumaje en la hora indeterminada de un momento de privacidad, mulle las sílabas entre los renglones de los versos para que en su hora indeterminada de privacidad: HORA DE MOLIENDA, nos cautive hasta el éxtasis del último deseo:
“que venga a mí la hora”
HORA DE MOLIENDA
De Inés María Guzmán
En la colección CUADERNOS ROMERO
Editado por El Toro Celeste, abril 2023.