El bosque de las palabras
El manirroto gasta mucho y lo hace sin control.
La nueva corporación municipal ya está en plenas funciones. El Partido Popular gana y el Partido Socialista sustenta la leal oposición que con ocho concejales se antoja corta para volcar cualquier iniciativa desconsiderada de los que mandan. En realidad, los tres de Opción Sampedreña y los dos de Vox, ante cualquier contingencia de importancia, siempre estarían al lado de los votos del PP. Quiero decir que los ocho socialistas están solos ante el peligro. Y créanme, hay un peligro inminente que se cierne sobre nuestro patrimonio.
Decían los antiguos que no hay mejor lotería que el ahorro y la economía, y precisamente de eso carecen nuestros administradores locales.
Una vez que toman posesión nuestros concejales de lo primero que me entero es de que se suben el sueldo.
Soy de la opinión de que los políticos que nos administran tienen que estar bien pagados, primero porque tienen una gran responsabilidad en nuestro gobierno y administración, y segundo porque estando bien pagados alejarán la tentación de la corrupción.
De lo segundo que me entero es de que nos van a subir los impuestos locales casi un cuatro por ciento, y claro, me digo entonces, ahí está la forma de pagar esa subida de salarios.
En realidad, hasta ahí todo parece normal dentro de la dinámica operativa de los políticos actuales.
Claro, lejos quedaron los tiempos de aquellas primeras corporaciones locales en las que las concejalías las ocupaban eminencias culturales, intelectuales y sociales de los pueblos, que tenían saneadas economías y que, salvo contadas excepciones, NO cobraban de las arcas municipales.
Ahora los ayuntamientos funcionan como grandes empresas, con sus balances, sus presupuestos, su marketing, subarriendos, sentencias judiciales en contra, pocas a favor… y partidas deficitarias que necesitan de créditos, de muchos créditos que hay que financiar y en bastantes más ocasiones de las que sería necesario, refinanciar.
Una de las leyes básicas en toda economía es que si gastamos más de lo que ganamos es ruina.
Algunos gobiernos socialistas echaron por tierra esta premisa y teorizaron sobre la necesidad de que endeudarse no solo era bueno para el desarrollo del país, sino que además era beneficioso para desarrollar las políticas sociales del partido de izquierdas.
Este modus operandi se extendió en todo el territorio y en todas las corporaciones municipales, incluidas las de derechas; y henos aquí que el derroche y la sin razón se instalan en nuestros administradores.
Por ejemplo, Marbella, una ciudad que podía emplear asfalto de polvo de oro, se ve necesitada de solicitar créditos y re-créditos por no poder pagar los créditos que se pidieron primero; y nuevas líneas de créditos para pagar sentencias judiciales en contra, a causa de la mala administración de nuestros ediles que:
Primero se suben los sueldos. Segundo nos suben los impuestos. Tercero, por ser malos administradores, recurren a los planes de ajuste y, claro, como todo sigue funcionando, aquí no pasa nunca nada. Quiero decir, nadie protesta, nadie se manifiesta, nadie hace una revolución.
Sabio refrán aquel que reza: “Dame pan y llámame tonto.”
Es decir, dame autobús gratis y yo no os echaré en cara que habéis perdido una demanda de Portillo que nos costará casi cuatro millones y medio de euros. Que por justiprecios en varias acciones administrativas del consistorio mal planificadas pagaremos más de diez millones de euros, y que por malas acciones en aprovechamientos urbanísticos pagaremos tres millones.
Pero no pasa nada. Nunca pasa nada. Nuestros concejales que “tiran con pólvora del Rey” acuden al Fondo de Ordenación, ¡y a seguir gastando dinero del contribuyente!
Este es el peligro inminente que se cierne sobre el patrimonio de Marbella, sobre nuestro patrimonio, los manirrotos administradores van hinchando la bola de nieve de las deudas, hasta que al final, explote, y Marbella no sea de los ciudadanos, sino de los bancos, si es que no lo es ya.