La Mirada Crítica
La lealtad a España, a su patria, a su gente y a todo lo que simboliza un país es el valor que mueve los sueños de muchas personas que luchan para llegar a formar parte de los cuerpos de seguridad del Estado. Para muchos de ellos, la muerte es un acto que está presente en su día a día. Saben a lo que se exponen, pero están preparados para que nada malo ocurra. Física y psicológicamente claro, porque hemos podido ver que, sin los medios adecuados, es imposible ejercer su labor. Dos guardias civiles han perdido la vida en el Estrecho en una nueva operación contra el narcotráfico.
Es un riesgo que se podría correr en una operación por el estilo. Lo lamentable de lo ocurrido es que mientras cerca de una decena de narcotraficantes se
encontraban en una embarcación de catorce metros de eslora, el equipamiento de la Guardia Civil era únicamente una zodiac de cinco metros de eslora, ya que como habían avisado previamente, las 6 embarcaciones de las que dispone la
Guardia Civil en Cádiz para combatir el narcotráfico se encontraban averiadas. No fueron las armas las que provocaron las muertes, sino que los narcotraficantes aplastaron con su embarcación a los pobres guardias civiles.
Un hecho que conmocionó a toda España y en especial a toda la comunidad de los cuerpos de seguridad del Estado. Sin embargo, este hecho nunca debió
suceder, ya que es ilógico que las personas que tienen que protegernos de los que quebrantan las leyes tengan medios inferiores a los criminales. Es algo
impensable en cualquier otro país del mundo, pero algo muy normal por lo visto en España. La razón de ello no es desconocida, y no es un algo, sino un alguien. Ese alguien es Fernando Grande Marlaska, el ministro del Interior.
Él es la persona encargada de mantener a los cuerpos de seguridad, la que decide cómo actúan, dónde lo hacen, y, sobre todo, la encargada de que tengan acceso a los mejores medios para poder realizar su trabajo correctamente. Sin embargo, ha sido y es un político muy criticado por su mala gestión a cargo del ministerio que dirige.
La oleada de críticas comenzó cuando en el mes de octubre nacieron las manifestaciones en toda España, y sobre todo en Madrid, por la aprobación de la Ley de Amnistía a los políticos independentistas. La gente se lanzó a las calles para protestar contra esta decisión, y cada tarde, a las 20:00 horas, los manifestantes se citaban en las sedes del PSOE. Unas protestas que comenzaron con una fuerza explosiva de manifestantes llevaron a Marlaska a sitar a los
antidisturbios en la calle Ferraz de la capital. Los primeros días se vivieron imágenes muy criticadas, ya que se ordenó lanzar gases lacrimógenos a los manifestantes, así como hubo cargas policiales.
Su imagen, para muchos, quedó en entredicho por estas decisiones que se mantuvieron durante semanas, y las críticas le volaban por toda España,
acusándole de exceder la violencia contra los manifestantes.
Si todo lo ocurrido fue un golpe para Marlaska, este año no ha empezado muy bien. Desde finales de enero en toda España se están viviendo jornadas de
protestas y manifestaciones por parte de los agricultores. Ellos defienden que la competición contra los productos extranjeros es imposible, ya que apenas se está comprando producto local para venderlo en los mercados, que se paga muy poco y luego lo venden a un precio muy por encima del que a ellos le dan.
Los agricultores, muchos de ellos con sus tractores, cortan carreteras para pedir una regulación de los precios que permita hacer valer su trabajo. La respuesta de Marlaska: de nuevo enfrentamientos policía-manifestantes y uso de la violencia en varios casos.
Sorprende que, para hacer frente a agricultores, Marlaska despliegue a un número significativo de medios, y, sobre todo, que se creen este clímax de tensión con personas que únicamente buscan que se valore su trabajo, que no es cualquier cosa, sino la agricultura, uno de los pilares de cualquier economía.
Pero lo que de verdad ha colmado el vaso, esa gran gota ha sido lo ocurrido en Barbate. Para unas manifestaciones, que en gran parte de los casos se
desarollaban sin violencia, despliega todo lo que tiene. Pero para combatir el narcotráfico, una verdadera lacra, van dos guardias civiles con una pequeña embarcación, porque todas las demás están averiadas.
El equipamiento del que disponen no está preparado para combatir al de los narcos, y aún así no hace nada al respecto. Muchas veces nos hemos salvado de la tragedia, pero esta vez no, y por su culpa David y Miguel Ángel ya no podrán servir más al cuerpo por el que dieron su vida.
Y esto no es un gaje del oficio, que no lo intenten vender como tal, esto es una negligencia. Porque ellos fueron abandonados a su suerte a una muerte segura,
porque la diferencia entre los equipamientos es muy grande, y porque es de traca que los que ganan dinero de manera ilegal sean capaces de tener mejores
defensas que el estado español.
Pero la clase política no respeta ni la muerte. Marlaska, como Poncio Pilatos ante la muerte de Jesús, simplemente se lavó las manos, y su único acto fue poner la Medalla al Honor encima de los féretros de los fallecidos. La mujer de uno de los guardias civiles fallecido lo impidió, alegando que él no lo hubiese querido así. Y no es para menos, ya que esa medalla la deberían tener en vida por la labor que hacen, y no solo cuando han muerto por tu culpa para sentirte menos culpable.
Por si fuera poco, la alcaldesa de Barbate, del PSOE, se negó a decretar días de
luto en la localidad por lo sucedido, algo que indignó a sus vecinos, que tacharon ese acto de inhumano. En estos últimos días hemos podido también ver como los socialistas en Europa han votado en contra de calificar a la Policía o Bomberos como “trabajos de riesgo”. Después de lo ocurrido, ¿esperas que se sientan
seguros de jugarse su vida en una lancha mientras otros poseen embarcaciones de más de diez metros? Que valor.
Fernando Grande Marlaska, “Grande” es tu poca vergüenza con lo ocurrido,
mostrando que las vidas de las personas que nos deben proteger te importan lo más mínimo. Y señor, “grande” te queda a ti ser ministro del Interior, porque no hay una sola vez que haya demostrado estar a la altura de un ministerio que es uno de los pilares del país. Si tuviera decencia dimitiría, y si no la tiene, espero que el
peso de esas muertes cale en tu conciencia, igual que su imagen nunca podrá ser borrada de la vida de las familias que ha dejado sin un marido, sin un hijo, sin un padre.