El bosque de las palabras
Su extenso curriculum, ¡mi amigo Ramón tiene ya una edad! Se puede consultar en las solapas de este poemario y en las redes sociales, por lo que no insistiré.
Pero sí diré para quien quiera conocer a Ramón Luque Sánchez que él es importante para el mundo, como profesor y como poeta.
Como profesor porque ha sabido trasmitir a las generaciones juveniles que han cursado con él, la humanidad y la bonhomía que atesora este profesor disciplinado; y como poeta y escritor porque “ejerce la escritura para aproximarse y salvar el instante…” en la opinión, publicada por José Antonio Hernández Guerrero en el Faro de Melilla, afirmando además que: “en su poesía pone de manifiesto cómo la melancolía… y la nostalgia de su infancia entrañan una… interrogación sobre las claves del bienestar y del malestar humano.”
¿Y no son estas las claves de la vida?
Aquello que deviene de la infancia tiene proyección en el futuro. Y, acaso el futuro ¿no es el instante al que hay que aproximarse y salvarlo según las claves adquiridas en la infancia?
Y otra cosa más les diré, Ramón es importante para mí porque lo perdí, nos perdimos, y nos volvimos a encontrar en Cabra; es más, él me encontró a mí a causa de un prólogo que le había escrito a la poeta María Bosan. Y fue en el reencuentro, después de las remembranzas de nuestros tiempos de estudiantes de Magisterio en plena época de la Transición Española, en aquel Jaén gris y taciturno, cuando lo descubro casado con Ernestina, su amor profeso, y de poeta, su amor confeso, y henos aquí, él, concediéndome el honor de este prólogo, y yo, recreándome en estos 100 SONETOS ME MANDA HACER VIOLANTE, título que como habrán supuesto es referido al primer verso del famoso soneto de Lope de Vega: SONETO DE REPENTE. Lo que ocurre es, y no creo descubrir secreto alguno, que en el caso de Ramón su particular Violante es su esposa Ernestina.
Tengo escrito que el soneto es probablemente el paradigma del poema. Su composición, estructura, ritmo, rima y musicalidad lo hacen el SEÑOR DE LOS VERSOS. Por consiguiente el reto de escribirlos significa para el poeta un reto mayor.
Ramón ha escrito 1.400 versos. En realidad son algunos más porque hay varios sonetos con estrambote. Y a ellos va como es él, inquieto de espíritu, valiente, orfebre de la palabra y constructor de los versos. Y lo hace unas veces acariciando la melancolía y otras la nostalgia, pero advierto, su pluma construye todos los versos con firmeza realista y contundente, y lo hace así debido a la proximidad que el autor establece con el lector a causa del acto literario.
El acto literario sin duda marca, aunque no defina, el estilo del autor, pero Ramón Luque Sánchez ya se definió antes de estos sonetos cuando en Remansos en el tiempo afirmaba: “si me quitas la luz, solo me queda el miedo.”
Y así es como nos atrapa a los lectores, con luz y sin miedo, pues en estos sonetos delinea con una depurada técnica y una sensibilidad extraordinaria cada estrofa, y la llena de luz para que mantenga la atención del lector, que ya no puede perderse ni una sola de las composiciones poéticas de estos 100 sonetos y que los saboreará no solo por cómo los dice, que los dice con el armonioso acompañamiento de la consonancia rítmica de la palabra ajustada, sino por lo que dice, sumergiéndose en experiencias y emociones de su yo profundo, pues Ramón Luque se pasea hidalgamente con bastón y capa por las esferas personales y sociales del “verso” humano.
No es arbitraria la exégesis del poemario.
Concienzudamente estructurado nos lleva por los derroteros de la vida, su vida, en tanto, de tanto, por tanto y con tanto llena, y que nos comparte.
MI YO/ LA ALEGRÍA/ LA ISLA Y MENGÍBAR/ EL LIBRO/ LUGAR DE LAS ARTES/ TRAVESÍA/ LA FE: “Esta llama de fe juega conmigo”… / EL CONFINAMIENTO: El Covid. De China vino un bicho, que es un soneto con estrambote./ EL ARTE/ LAS PERSONAS/
“Mi yo, como las fieras, es muy celoso/ de sus versos, su llanto, circunstancias/ y detesta las tretas del chismoso./ Mi yo es prolongación de aquella infancia/ que forjó a este otro yo, muy cauteloso, / que asienta su futuro con constancia./”
Así se define Ramón en los tercetos de su poema YO SOY YO.
Se trasciende el autor, y como una proyección se ve y se considera. Se desnuda.
“Ha florecido en mí, dentro del alma/ una necesidad de trascendencia…”
A veces los versos son utilizados a modo de diario (Diario Personal) y en realidad lo que nos muestran es su poética, más exactamente, Ramón derrama en ellos su poética de vida. La vida como un viaje: El arte de viajar, como el arte de vivir. El último viaje, como para ponerse en paz con el mundo. Porque lo que es seguro es que: “Atesoramos sacos de experiencia” que nos condiciona nuestra forma de vivir, de existir. Nos trasluce una filosofía de vida para proceder y surfear en ella.
Y al final el Testamento como un cierre perfecto en la intencionalidad de la vida, de su vida y de la vida de los demás, donde se incluyen los que le rodean, a quienes generosamente Ramón les dedica un soneto que agradecemos todos aquellos que hemos tenido el privilegio de ser recordados por la generosidad de Ramón.
Mas en esa trascendencia vital que nos descubre Ramón y a la que nos conduce, incluye como memorándum ad hoc sonetos a sus ciudades, que como a sus amigos forman parte de su ser existente: Cádiz, San Fernando, Mengíbar, donde nació… y ¿cómo no? A los olivos, y por extensión a los de la provincia de Jaén, ¡manchada de verde oliva por todas sus esquinas! Y en esta su tierra madre, a Úbeda, arte del arte, y por la que yo le robo a Ramón de su soneto Concierto en Fuga, este último verso: “persigue en tanta música el silencio” pues Úbeda, llena de tanto espectacular y musical arte, conserva en sus rincones silencios infinitos que por sí, son también arte.
¡Y claro! No podía ser de otra forma, pues a ello volvemos siempre cuando la pasión nos arrebata, y a Ramón le arrebata la pasión por la cultura en general, (El Poeta, El Novelista, La Cultura, Velázquez, Picasso, Miguel Ángel, su David) y lo vemos junto a las piedras de un monumento, o cerca del agua de alguna fuente, o admirando la nada, cuando la nada le inspira un soneto del que hace apología:
Escribir un soneto es bien sencillo,
se trata de saber medir los versos,
rimar con el alma de un converso
y ser con las palabras algo pillo.
O versos dedicados a la arroba, al libro, a los poetas que de una forma u otra lo han iluminado; Miguel Hernández, Quevedo, Machado, Antonio Gala…
“La poesía… digna amiga y compañera… refugio y travesía… pasión y es la trinchera… es la bandera… es profecía… confesionario… mi llanto… es un sagrario… donde libre me siento, sin coraza.”
Aunque si les soy sincero, Ramón me ha arrebatado con los sonetos al amor, al erotismo. Determinantes y determinados en una persona, Ernestina, su esposa, a quien recuerdo de nuestros tiempos de estudiantes de Magisterio, decisiva, impulsiva, arrebatadora y resolutiva:
“Esta clara ternura de tus ojos”… “Este amor que te profeso”…
Pero algo más me arrebata de la empírica desnudez que se derrama aquí: Ramón Luque cree en la humanidad. Ese ser humano contradictorio e ígneo, a la vez que generoso y empático:
“Queremos ser valientes, tener calma,
y a la infancia volvemos… ¡Qué embeleso
el amor de los padres, y sus besos!
Pues esa es la partida del ser humano, a donde siempre volvemos, pues así de importante es la infancia, que aquí queda en este último terceto de un desgarrador soneto como es RETORNO.
Pero una advertencia nos hace el autor de estos cien sonetos, porque entre la vida y la muerte, en ese espacio que transitan las almas con diferente fortuna, no cabe algo que degrada al ser humano que cuenta con el hecho diferenciador entre las especies del habla, y que en su uso puede provocar dolor: la mentira:
“La mentira es fascismo, es avaricia
de un poder desmedido, es la apariencia
del falso bienestar de la malicia.”
Claro que si hacemos caso a Séneca: “quod mortem inter indifferentia ponimus,” (que coloquemos la muerte entre las indiferencias); mejor entrar EN UN TALLER ALFARERO, porque en su último terceto encontraremos el síntoma de la vida:
“ En sus paredes late el desconsuelo
del hombre ante sus dudas. Escondrijo
del agua, la comida, vino y ruegos.”
Los 100 sonetos de Ramón Luque van acompañados de un puñado de excitantes fotografías que no pueden, ni deben, dejarnos indiferentes, pues su autora, Marisa Martínez Lafuente, amiga del autor, nos clava su concepto visual en la conciencia… Definición de amor. El libro es utopía y hondo espejo. Juguetes del destino… Y ya no tenemos más remedio que rendirnos a esa mágica fusión artística que supone la palabra escrita y la palabra fotografiada, llevándonos a un expresivo imperio de valor, ternura, provocación y realidad que nos sobrecoge en una emoción galopante.
100 SONETOS ME MANDA HACER VIOLANTE
DE RAMÓN LUQUE SÁNCHEZ.
EDITORIAL ENTRELINEAS EDITORES