El bosque de las palabras
Roberto me ha dicho en varias ocasiones que él llega 50 años tarde a todo esto. Todo esto es a la literatura, ¡nada más y nada menos! La literatura a la que nunca se llega tarde, pues, de alguna manera, ella habita entre nosotros desde que nosotros hicimos de la palabra, la voz y el signo, lo diferencial entre las especies.
Lo que Roberto me quiere decir es que ha estado entretenido en otros quehaceres de su vida, 50 años, pero rodeado de letras, las que giraban los bancos, las que tenía que preparar como gerente de empresas de decoración o turísticas, las de la familia; hasta que un día, recordó, y en el recuerdo, aquel del año 1965 en el que publicó “Mi juventud”, o los “Horizontes” del año 1966, y “Sensaciones” y “Poesía al alma” que publicó en 1967. ¡Y claro!, hasta que publicó en 2018 “Retazos” pasaron esos 50 años que él me dice, que como quien dice, no parecen nada porque los ha recuperado estudiando la diversidad de estructuras poéticas, siendo promotor cultural, participando en eventos poéticos por toda la geografía española y aprovechando cualquier espacio que le ofrecen, con merecimiento, para dictar su particular pedagogía poética que es tan vasta como enriquecedora.
Ahora, cinco años después de aquellos “Retazos” que entre otras cosas nos llenaron de futuro y esperanza para la poesía ortodoxa, nos sorprende, Roberto, con un poemario absoluto, esto es, engendrado desde el origen de la tierra (barro) y sentenciado por el ojo divino (mirada), pues lo que acontece en el tránsito de este poemario está avalado por los principios humanos del autor y por la verdad de su palabra consignada en cada uno de los versos que el perchelero, Roberto Juan Martín González, nos regala.
El Basamento de Barro y la Mirada de Dios es un cántico espiritual al hombre y a lo divino del hombre que como principio y justificación leemos en Los años en la poesía, como también es un cántico a la libertad y a la naturaleza que se imbrican en su lírica, (Dolor de los árboles), que ilustra nuestras vidas y nuestro conocimiento, pues a través de ella, de la lírica de Roberto, aprendemos el orden métrico y rítmico de la poesía de siempre, como defensa de la ortodoxia de este oficio de poeta. Métrica que se manifiesta en casi todas sus variedades y que nuestro autor trabaja concienzudamente, pues él mismo se considera un estudioso de este eterno oficio de poeta: Décimas y sonetos en sus distintas variedades de composición. Romances. Coplas. Serventesios. Seguidillas, etcétera. Y un aporte singular que lo faculta como pedagogo de la poesía, su propia creación métrica que él denomina Estructura Polimétrica RJ, y que anteriormente habían ensayado los poetas Francisco Rodríguez, con la Heptina (estrofa de temática infantil de siete versos de seis sílabas rimados en consonante) y José María Lopera, con su Loperana, (dos estrofas de 5/7/11, rematadas con un pareado de 9 sílabas).
Roberto J. Martín, en su creación, aumenta la dificultad compositiva en una estructura diferencial formada por versos de arte mayor y menor mezclados y rimados de la siguiente manera:
11A/7a/5b/5b/7a/11A/7a/5b/5b/7a/
Rematados con un pareado de 12 sílabas 12E/12E
En los poemas, Camino elegíaco y El sol absorbe la noche, podemos apreciar tan estudiada y meticulosa composición.
El Basamento de Barro y la Mirada de Dios es un poemario de madurez. Los versos le llegan, (si aceptamos que son los versos los que nos encuentran, más que si nosotros los buscamos), a una altura de su vida, plena, y por consiguiente reflexiva.
Su lírica es representativa del azaroso caminar del hombre nacido del barro y vigilado por el ojo del mundo (Dios), y se detiene además de en las temáticas de la libertad y la naturaleza, en las del amor: Es amor, Soneto Inglés, o el Serventesio, Dudar del amor; La temática social: Libertad en el cono sur, o, España maltratada. La añoranza: Madre. Mi padre.
Precisamente porque este nuevo poemario de Roberto está concebido desde la madurez personal y espiritual, es por lo que podemos afirmar que está lleno de sinceridad y de honestidad, condiciones humanas que, por cierto, Roberto Juan Martín González, atesora.
LOS SUEÑOS DE MI TIERRA
Corre sangre por mis venas/ de una estirpe concebida/ hecha a golpes de barrenas/
por una vida sufrida/ y cara enfrentada al mar./ Dejadme ahora en la arena/
para poder recordar/ mi llanto por la ribera/ y ver el tiempo pasar./
Que en el olvido, el dolor/ en mi pecho prisionero, / aunque reviente de amor/
con los recuerdos primeros./ Dejad que esta angustia mía/ me lleve hasta la mar, /
a la mar de mi bahía./ Ver a los niños jugar, / que en el ocaso del día/
ponen velas al soñar/ que les lleve a la ribera, / en un buque por la mar/
de mi bahía malagueña./ Por los cielos galopar/ en bellos corceles blancos/
me lleven al más allá, / para olvidar el quebranto/ de la injusta humanidad/
que abusa del desvalido/ -ausente de dignidad-/ Si yo muriera en la sierra, /
no me quisiera quedar, / llevadme a mi rebalaje/ de esa playa, junto al mar, /
de mi bahía celeste, / y en las aguas descansar.
¿O es que acaso este poema no está lleno de historia, de alma, de honestidad, de desnudez? Como lo está todo el poemario, lleno de testamento vital que retrata al autor, y nos invita a conocerlo, a leerlo, y a empatizar con el espíritu esencial de sus magníficos versos escritos, sin duda, con la mirada de Dios sobre el basamento de barro que no es otro que el dúctil y enigmático barro que se hizo tierra pura en el alma de Roberto J. Martín.
Preces, pues, a este señor de los versos que nos regala, a todos, estos poemas, y a mí, su amistad.
¡Gracias por tanto, Roberto, gracias por todo!