El bosque de las palabras
Les recomiendo la lectura de un clásico. Les recomiendo leer, con todo el cariño y la bonhomía posible, la historia que Fernando Colón, hijo del almirante Cristóbal Colón, escribió sobre su padre. Historia del Almirante.
A lo que parece, unas veces al dictado de su progenitor, y otras, por sus propias remembranzas.
Seguro que descubrirán excelentes relatos de la gesta de las Américas, y si leen entre líneas algunas curiosidades que les significarán bastante el tipo de personas que concurrieron a esta gesta histórica.
Yo les adelanto a tres personajes: el propio Colón, Rodrigo de Triana y uno de los hermanos Pinzón.
Ya saben que Rodrigo de Triana fue aquel que dio la voz de avistar tierra. Y que Martín Alonso Pinzón capitaneaba la carabela Pinta. Y que Colón comandaba a ambos porque era el almirante jefe de la expedición.
A lo que voy.
En la historia que escribe su hijo, no es Rodrigo de Triana el primero que ve tierra. Es el propio Colón.
“el jueves a 11 de octubre, después de medio día… hallaron indicios manifiestos de estar cerca de tierra… los de la capitana vieron pasar junto a ella un junco verde… Los de la Pinta vieron una caña… una tablilla y una mancha de yerba de ribera. Los de la Niña vieron… un ramo de espino… (Colón) tenía muy cierta esperanza de que aquella noche había de descubrirse tierra… (les pidió) hiciese cada uno guardia… porque además de la merced de 30 escudos de renta… al que primero viese tierra, le daría un jubón de terciopelo.
Dicho esto, estando después el Almirante en el castillo de popa, dos horas antes de la media noche, vio una luz en tierra… no se atrevía a afirmar que fuese en tierra… llamó a Pedro Gutiérrez… y le respondió que si, y luego llamaron a Rodrigo Sánchez de Segovia, pero no pudo verla… dos horas después de la media noche, la Pinta… hizo señal de tierra, la cual vio el primero Rodrigo de Triana, marinero… pero no se le concedió la merced de los 30 escudos, sino al Almirante, que vio primero la luz, en las tinieblas de la noche, denotando la luz espiritual que se introducía por él en aquellas tinieblas.”
Total, que el marinero se quedó sin escudos y sin jubón, porque su Almirante, egoísta, reclamó el derecho de la compensación, que él mismo había puesto para mantener a sus marineros con interés en la travesía, porque recordemos que venían casi de un motín.
Egoísmo, codicia, derecho. Así nos fue luego en aquella aventura.
Por cierto, esa primera tierra era la isla de Lucayos, ahora Bahamas.
Pero hay otro hecho que me llamó la atención en mi lectura de esta historia: que el navío de Pinzón se retiró del de Colón y que luego se volvieron a encontrar.
En la historia no se manifiesta, pero leyendo entre líneas parece que se habían disgustado por estar en desacuerdo sobre las rutas a seguir.
¿Dónde estuvo Pinzón en todo ese tiempo?
Veamos.
“Porque no le dejaban navegar los vientos contrarios… se vio precisado a volver a la Isabela, que los indios llaman Saometo… siendo avisado en este viaje Martín Alonso Pinzón por algunos indios que llevaba en su carabela de que en la isla de Bochio… así llaman a la Española, había mucho oro, se alejó codiciosamente del Almirante a 21 de octubre… con que el Almirante se quedó con dos navíos… le fue conveniente volverse a Cuba… el miércoles 5 de diciembre atravesó hacia la Española… Viendo que esta isla Bochio era muy grande y la tierra y árboles semejantes a los de España… el domingo 9 de diciembre, la llamó Española… vio un calafate el domingo por la mañana, 6 de enero… la carabela Pinta… Martín Alonso Pinzón… entró en la carabela del Almirante y se puso a fingir ciertos motivos y a disculparse de haberse apartado de él, diciéndole que esto había sido contra su voluntad… El Almirante, aunque sabía… lo contrario y la mala intención de este hombre… disimuló con él y toleró sus mentiras por no romper el designio de su empresa…”
En realidad, Pinzón había estado rescatando oro, pero no lo dividió entre la tripulación.
La historia la escriben los vencedores. Así la contó el hijo de Colón. Luego los historiadores la interpretan y la comunican.
Pero lo cierto es que una idea subyace sobre otras: la codicia humana. La necesidad de riquezas y de poder, y aquel momento histórico, alimentó todo lo peor del ser humano.
Los días que vivimos son consecuencia de los días pasados. Nadie es heredero del mal que su antepasado infligió al mundo. Él no puede reparar el daño, y pedir perdón por algo que no está en su conciencia parece que no tiene ningún efecto sustancioso, quizás moral. Lo único posible es la empatía, pero esta no arregla materialmente nada, pero se puede expresar a modo de solidaridad.
Ahora, piensen en el rebote de la presidenta mexicana con el rey Felipe VI.