El bosque de las palabras
Días pasados se ha verificado en la Casa de Melilla, en Málaga, un homenaje al poeta y amigo, José Francisco Romero, que falleció hace poco más de un año.
El homenaje fue organizado por José Antonio Fernández García, poeta y delegado para la zona de Sevilla, Córdoba, Málaga y Granada, de la Unión Nacional de Escritores de España, y por Isabel María Valencia Navarro, presidenta del Colectivo Malagueño de Escritores.
Los más de 50 participantes en el acto fueron presentados por Isabel María y José Antonio, que presidían la mesa, y fueron acompañados, magistralmente, a la guitarra por Juan, Tapicerito de Málaga.
Maribel Castro leyó los dos poemas de José Francisco, el que correspondía a ella misma, y el asignado a su esposo Roberto Juan Martín, que por una indisposición transitoria no pudo asistir al acto.
Cada poeta leyó un poema escrito por el homenajeado, José Francisco Romero, y otro de su propia firma.
José Francisco era un poeta que erizaba sensibilidades como solo los dioses saben hacerlo cuando declinan el verbo amar.
José Francisco era un hombre bueno, y un excelso poeta, que siempre vivirá entre nosotros, porque nos dejó sus versos.
Una de las últimas veces que coincidí con José Francisco fue en el Museo Rando, invitados por Isabel Romero, para leer nuestra obra poética.
Yo ya sabía de su obra cautivadora y sensorial, pero allí, en aquel patio del Mandarino del museo, quedó dicha para deleite y añoranza de los escuchantes asistentes su importancia.
El segundo poema, leído por José Antonio Fernández, de su autoría, se incluye en el poemario del poeta y amigo cordobés, titulado, Bajo la sombra de Vicente Aleixandre y otros demonios, que fue premiado por el Ateneo de Córdoba en la trigésima séptima edición del premio Juan Bernier de Poesía
José Francisco Romero, era un poeta que dibujaba al “amor necesitado de un labio” y que ponía “la vista fijada en las estrellas”, escribió los poemarios: Inalcanzable, Sueños de Luna, Trazas de Otoño y La Piel del Deseo.
Era la lectura de Isabel María Valencia.
Homenaje a un amigo, a un poeta, que miró el horizonte de su vida rimando versos en consonante y en asonante.
Nosotros contamos los días que faltan para ir a hacerle compañía.
Si hay algo cierto en esta vida en verso es que el final del poema se cierra con un estrambote.
Su esposa Mari Tere recibió, de la organización, un ramo de flores, y ella dedicó unas palabras de agradecimiento.