El bosque de las palabras

ROMÁN GUBERN GARRIGA-NOGUÉS, va por los 91 años, es Doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y Doctor honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid. Investigador en el Massachusetts Institute of Technology y ha sido profesor de Historia del Cine en Los Angeles, Pasadena, Venecia, y fundador y director del Instituto Cervantes en Roma.
Su vinculación con el cine es amplia, participando en asociaciones españolas, francesas y americanas, como colegiado, académico, socio, presidente, miembro fundador.
Su amplia biografía y sus publicaciones las pueden obtener de su web oficial.
Quiero compartir las reflexiones que a este veterano cinéfilo le he leído en algunas de sus publicaciones por la verdad, temporalidad y moralidad, que contienen.
“El cine es de todas las artes la que exige del espectador una menor colaboración intelectual y la que ofrece, en cambio, una mayor participación emotiva…”
No es necesario saber de cine para ver cine, igual que no es necesario saber de pintura para ver cuadros. Sin embargo, el cine expone, a través de las imágenes, las emociones humanas que el espectador capta más rápidamente.
Ver cine es un “proceso cuasi hipnótico, durante el cual el espectador vive una vida que no es la suya…”
Pues viendo una película empatizamos más rápidamente con los personajes interpretados por los actores. De tal modo podemos sentir esa emocionante fuerza que:
“Si por accidente la proyección se interrumpe y las luces se encienden, el espectador siente un profundo malestar e incluso vergüenza, al verse bruscamente extraído de una vida que no es la suya para reencontrar violentamente su propio yo.”
Es obvio que el cine crea mitos y para Roman Gubern:
“Una de las características más importantes del mito es la posibilidad de transferir y referir el arquetipo ideal a una persona real y concreta y en especial al soporte físico del mito.”
Ese poder mimético está contenido en el actor – actriz – mito, y algunos espectadores adoptan costumbres, formas de vida, peinados, moda, etc. que ellos llevan a las pantallas. Y dice más el crítico de cine catalán:
“En este principio psicológico se asienta el culto a la personalidad, porque el actor – actriz aparecen para el fan revestidos de todas las cualidades y virtudes de los personajes que han encarnado recientemente en la pantalla: belleza, valor, inteligencia…”
Y entonces llegamos a una palabreja anglicista que se nos ha colado en todos los idiomas y que da sentido a los mitos del cine, y sus transferencias a los mortales comunes, dice Román:
“Esto es el Star-System: el fetichismo colectivo de la estrella y de cada acto de su vida privada, la identificación con el ídolo…”
Y finalmente, una conclusión espeluznante:
“El cine se ha convertido en el principal, e incluso, único alimento espiritual de vastos sectores de la humanidad…”
Miedo me da esa conclusión, por muy cierta que sea, pues lo que se adivina es una forma de influencia que por su arbitrariedad y anarquía sobre mentes poco formadas pueden ser abducidas por elementos indeseables de la sociedad y que poco podrían contribuir a un desarrollo social y cultural en la humanidad.
Para finalizar, afirma Román Gubern:
“En manos de las gentes del cine está el contribuir a configurar de un modo o de otro las formas de pensamiento, los hábitos y las creencias de millones de personas…”
Pues eso, que quiérase o no, hay un peligro inmanente en este arte, a decir verdad, como en cualquier otro, si la conciencia crítica del espectador no está suficientemente formada, para lo cual sostengo que es responsabilidad de las personas que comunican cultura trabajar para crear conciencias con criterio para así impedir la manipulación.


