El bosque de las palabras

Siguiendo una idea de Juan Antonio Mateos Pérez, filósofo y profesor de la Universidad de Salamanca, autor del libro: Habitando el silencio, hoy vamos a saber del FUNDAMENTALISMO, que habitualmente se define por:
.- Movimiento religioso y político de masas que pretende restaurar la pureza islámica mediante la aplicación estricta de la ley coránica a la vida social.
.- Creencia religiosa basada en una interpretación literal de la Biblia, surgida en Norteamérica en coincidencia con la Primera Guerra Mundial.
.- Exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida.
Terry Eagleton, crítico literario británico, apunta a que el fundamentalismo no tiene sus raíces en el odio, sino en el miedo…
Y el profesor Mateos, nos ilustra apuntalando la idea de que es el miedo al mundo moderno, cambiante, y en movimiento, con un final no definido, donde las certezas y los pilares sólidos parecen haberse difuminado…
Este es, pues, el motor del fundamentalista. El miedo.
Pero añaden estos dos estudiosos, que el fundamentalismo no es exclusivo de la religión, que hay, por ejemplo, fundamentalismo de mercado, nacionalista, étnico… que nos lleva a la intolerancia ideológica y a la política de distintos signos…
Pero, ¿qué es lo peor de los fundamentalistas?
La seguridad que tienen estos grupos.
Una seguridad ficticia, añadiría yo, que cierra puertas a la crítica, al debate, la duda, o la pregunta.
En realidad, cuestiones que harían más democráticos sus pensamientos, acciones y fijaciones.
Quizás esa seguridad es la que les impide el análisis, les ofusca, les vuelve la mente turbia, al menos en nuestro criterio, porque para el que milita en este irracional pensamiento, diferencia, entiendo que equivocadamente, entre pensar y creer.
Para un fundamentalista, la persona que piensa es un ateo. Se cree, o no se cree. Es una condición que unifica sus criterios de actuación.
En verdad, para Terry Eagleton y Juan Antonio Mateos, en el fundamentalismo se olvida la historia y se condena el momento presente.
Este es, pues, el pecado de ciertas sociedades y de algunas culturas, que olvidan de dónde venimos para poder saber a dónde vamos.

Juan Antonio Mateos y Terry Eagleton