El bosque de las palabras

Llevaban más de cuarenta años en los cajones del olvido.
En carpetas de manuscritos juveniles las encontré,
y por un lance del destino, hoy, Viernes Santo,
recompuestas para ustedes las leeré.
A la Virgen de Los Dolores de Mancha Real.
Clavado en el corazón
llevas el puñal de la muerte.
¡Ay! dolor de tus entrañas
por el hijo que pierdes.
Al Nazareno preso, Jueves Santo en Mancha Real.
Jesús Nazareno
eres prisionero
de mis culpas y mis pecados eres,
eres Rey Maestro.
A un Santo amigo.
Ya se marchó mi Maestro
yéndose por la vereda.
Atormentado me quedo
esperando un recuerdo, o un anhelo,
de lo que se fue muriendo.
A Nuestro Padre Jesús, Viernes Santo, madrugada en Macha Real.
Madrugada clara.
Azules los ojos
en tu lánguida y triste mirada,
porque al Calvario llevas
tu muerte a la espalda.
Al Cristo de la Juventud, madrugada de Viernes Santo en Mancha Real.
Voy a coronar tu cabeza
con una corana de rosas
y que por espinas tenga
más de dos mil mariposas.
Clavel, clavelito,
clavel de mis penas
que he puesto en tus pies,
como tu sangre, rojo,
blanco, como tu piel.
¡Oh costado de muerte
de dolor y de magia,
de sangre de la fuente!
en donde un pajarillo,
que se paró, bebió
creyendo que era agua.
Jesús de mis entrañas,
en los huesos clavado,
te mueres y te callas.
Al desclavar a Jesús
dos mil truenos resonaron
y al arrojar los clavos al suelo
lloró la tierra con desconsuelo.
Lloraba en el Calvario,
solitario el madero,
cuando a enterrar llevaban
a Jesús Nazareno.
En el día de mi estreno en este diario, de tiempo y memoria, este es mi homenaje al rito de la Semana Santa. Tiempo en el que muchas almas porfían la remisión de sus errores y el perdón por sus obras, y memoria de sus hechos.