El bosque de las palabras

Francisco Rodríguez Gómez, el polifacético profesor y poeta, acaba de publicar un poemario íntimo que no es poca cosa. En realidad escribir poemas íntimos es una descomunal aventura del alma que puede salir bien, o mal.
Ojaranzo es el título del poemario y es un arbusto de hojas acorazonadas y de flores de corola grande y blanca. O sea, como el autor nos dice: Un Cúmulo, devenir de sentimientos, quizás olvidados, perdidos, encontrados, vividos, soñados. Este es su poemario y este es su propio Ojaranzo.
El libro está ilustrado por Carmen Espinar González que nos ha sorprendido con el empleo de un fino trazo que acompaña el devenir de sentimientos de Francisco y que es tan fuerte como para sostenerlos, pues todas las ausencias del poeta están presentes aquí, pesando como un nublado cielo o como en su Nana de la ausencia, o canción de cuna para tu último día, donde se rompe el mundo y los cristales no pueden abonar la tierra que queda.
Mas el poemario tiene valores añadidos. Por ejemplo, rescata para el lenguaje escrito palabras que ya no usamos o que se usan en ese territorio gaditano que vio nacer a nuestro poeta, o simplemente que ya están olvidadas.
Oriosco es palabra gastoreña, del pueblo de El Gastor y que significa anochecer.
Cohombros que son como pepinos más alargados y de color pálido.
O ataxia, agraz, sargazo, entelerido, calandria, albérchigo que es un albaricoque. En fin, un léxico rico y pedagógico que nos acerca a un territorio rural y vivo.
Otra de las aportaciones que el poemario lanza al estudio de la poética es el empleo de lo que llamo CUARTONARIOS, que son octonarios de dieciséis sílabas rimados en consonante y cuya estructura es ABAB.
Pero no es la única estructura poética facturada por Francisco Rodríguez Gómez, con anterioridad escribió en heptinas, que son poemas de siete versos para ser cantadas a ese público infantil y joven a quienes ha dedicado su vida profesional como enseñante.
Ojaranzo es muchas cosas, pero son cosas que nacen del alma de Paco, es como esa estrofa que nos cuelga en el corazón.
El sueño breve, presto y efímero del amado,
con la ventana abierta a los lirios
húmedos de sus labios.
