El bosque de las palabras

No. No voy a referirles la historia de la toma de Marbella, eso compete más a mi amigo Paco Moyano.
Yo quiero hablarles de caballos. Concretamente de la forma de montar a caballo.
Esta foto que ustedes contemplan pertenece al coro bajo de la sillería de la catedral de Toledo que es obra de Rodrigo “El Alemán”.

En realidad son una serie de escenas importantes para la historia de la provincia malagueña, que representan la conquista del Reino de Granada, y que podríamos decir, son de las primeras manifestaciones artísticas que nos cuentan de la historia de Málaga. En ellas podemos contemplar escenas de la toma de Álora, Ronda, etc.
De entre todas ellas destaco la de Marbella porque en ella se nos dice, no solamente de nuestra historia, sino de la forma de montar a caballo en la época. Tema que significo por mi amor a los caballos.
Antes de la llegada de los árabes a la península Ibérica la forma habitual de montar a caballo era a la “brida”, es decir, con los estribos bajos y las piernas estiradas, basando todo el mando del caballo en la boca.
Este tipo de monta requería caballos muy nobles y grandes expertos domadores para que el animal se sometiera a las órdenes del caballero, que no jinete, a través de las bridas, que conectan la boca del caballo con la mano del caballero.
Apuntemos que, en la época, los caballos europeos, a excepción de los autóctonos, como el Asturcón, eran caballos grandes de alzada y corpulencia para aguantar todos los atalajes de guerra.
En el grabado vemos al rey cristiano montando de esa guisa.
Justamente detrás del rey Fernando vemos a un moro montando a la “jineta” al que vemos con el estribo más corto y las piernas flexionadas.
Esta forma de montar también se llamó a la “africana” aunque el término que prevaleció fue el primero, el de la “jineta”. No solo prevaleció el término, sino que los caballeros fueron aceptando la forma de montar de los árabes ya que ofrecía mando sobre el caballo, en la boca del animal, y también en todo el cuerpo a través de los toques que en los ijares de los nobles brutos, se daban con los talones o con las espuelas.
Los árabes montaban caballos menos corpulentos, ligeros y rápidos, capaces de moverse entre las filas enemigas con agilidad, lo que unido a la habilidad y destreza del jinete, producían severas bajas a los enemigos.
Los caballeros, llamados así por poseer un caballo y montarlo, con el paso del tiempo, por montarlo, fueron llamados también jinetes, conservando lo de caballero como título de alta alcurnia, o ya en nuestros días, como fórmula de respeto.
Así mismo los caballos árabes fueron utilizados para mejorar las razas autóctonas y las grandes razas europeas, con lo que les dieron belleza y versatilidad.
Un ejemplo de esa mezcla la tenemos en el caballo que primero llamaron andaluz, y luego llamaron español. Aunque para mí el andaluz se asimila a lo que hoy es la raza hispanoárabe, noble, ágil y temperamental, y el español, que tiene un componente del caballo bereber, aporta fisonomía y nobleza.
Por terminar estos ejemplos, el caballo árabe también es la base del actual caballo Pura Sangre Inglés, que es el más rápido y temperamental de los equinos, que tiene fama, entre los jinetes, de poco equilibrado.
Entre los aficionados al caballo se dice, decimos, que los caballos salen a sus amos. Por fortuna no todos los ingleses montan a caballo, y no a todos se les llama Sir, tengan o no el título.