El bosque de las palabras

La vida de muchos españoles que, como yo, pusimos ya a nuestra edad un seis, no está imbuida por espíritu monárquico alguno, sencillamente porque la monarquía no se siente.
Nacimos ya al final de una dictadura, que como todas, se daba al pensamiento único, al terror y al miedo, y a pesar de haberla vivido en su final, sentimos la opresión de aquel régimen que agonizaba.
Vivimos una ilusionada transición y participamos en la democratización de este país. Cada uno a su modo.
Tampoco podemos decir que seamos republicanos porque no sabemos, nada más que en la teoría y por los países que lo son, (la mayoría en el mundo), como funciona esa forma de gobierno. Pero haberlos ahílos.
La corona, recordemos, instaurada por una de las siete leyes fundamentales del estado de la dictadura franquista, posibilitó la transición, (por ello mis respetos), y jugó un papel fundamental en la actual democracia.
Aquellos, nosotros, la mayoría, somos demócratas convencidos, quizás algunos, más o menos, vista la deriva de nuestros políticos, renieguen de serlo.
Yo no. La democracia tiene, como todo en la vida, sus altibajos, pero de lo que estoy convencido es que amo mi libertad y respeto la de mis congéneres y por consiguiente la democracia es lo mejor que nos ha pasado a los españoles. Más de ochenta años sin enfrentamientos bélicos lo confirman.
Hacía tiempo que no veía los desfiles de la fiesta nacional el doce de octubre, y este año he podido, y de ahí me surgió este artículo.
El doce de octubre para esas personas a las que me refiero, fue el día de la Virgen del Pilar, el día de la raza y el día de la hispanidad, tales fueron sus denominaciones hasta llegar a la actual. Y la verdad tampoco hay nada especial que me recorra el cuerpo por la celebración de esta fecha.
Me gustó ver en el desfile la representación de las diferentes unidades de compatriotas, servidores públicos, que por cielo, tierra y mar ayudan a que nuestra vida sea en paz. Y sí, me emocioné, aunque eché de menos un reconocimiento a las unidades de delitos informáticos de la Guardia Civil y de la Policía, sobre todo porque sería útil añadirlas a los reconocimientos tradicionales pues a nadie se le escapa que la defensa de nuestra paz además de por tierra, mar y aire, también lo es en las redes sociales. Imagino que todo se andará.
Luego, lo demás del desfile tampoco me cautivó, estaba dentro del guión: nuestros representantes, a los que hemos votado, junto a la corona, que no votamos, pero que es lo que hay, y en honor a la verdad es como si fuera una corona republicana.
Los que ya tenemos el seis en el DNI, en realidad, según sostengo, estamos ahí, pero no somos de nadie, algunos, los muchos, ni de ningún partido. Y esa independencia nos avala pues somos el temor de los políticos, los capaces de cambiar con nuestros indecisos votos (eso dicen ellos) un país.
Claro que muchos de nuestros descendientes también han optado por ser indecisos y aunque muchos no voten llegamos a ser legión.
¿Saben por qué nos llaman los del voto indeciso?
Porque no militamos en un pensamiento. Porque no somos monárquicos ni republicanos, ni de derechas ni de izquierdas. Somos personas libres con capacidad y libertad para decidir según nuestros criterios, que hacemos lo mejor que sabemos hacer, que es, como nuestros paisanos que desfilaron el doce de octubre, servir a nuestro país con orgullo y honor, cada uno en nuestro empeño diario, desarrollándolo con responsabilidad y compromiso social.
Luego, si les soy sincero, me gustó ver a mi representante de Andalucía Juan Manuel Moreno quien se ha posicionado como uno de los políticos más moderados y sensatos.
Me produjo rubor el abucheo al presidente del gobierno Pedro Sánchez y los vítores a la presidenta madrileña Ayuso.
Me satisfizo el lema de las fuerzas armadas servicio y compromiso.
Y me preocupó sobremanera el guardia real que a caballo aporreaba el tambor con estrépito, pensando: ¡Mira que si el caballo se asustara! ¡Qué jaleo real armaría en el desfile! Ese caballo tordo vale un imperio, o debiera decir ¿una corona?