El bosque de las palabras

Para lo que quiero empezar a contarles hoy, pues nos llevará un par de capítulos, deberán imaginarse vivir en la época del reinado de Isabel II, en la segunda mitad del siglo XIX, 1850 en adelante, donde la inestabilidad de los gobiernos identificaban a una España convulsa y surrealista que pretendía emular a la democracia británica, ciertamente con más voluntad que éxito. Gobernaba en el imperio que se iba desmoronando, el partido Moderado y un general, entonces los generales tenían mucho peso, el general Narváez. Luego de la Década Moderada llegó el Bienio Progresista y entre todo esto las Guerras Carlistas, pues las pendencias dinásticas nos vinieron desde la muerte del padre de la reina, Fernando VII.
En esta época los médicos eran más reconocidos socialmente que los cirujanos porque estos eran considerados artesanos ya que trabajaban con las manos. La farmacología tenía más componentes esotéricos que científicos y el pueblo creía más en cosas de brujas que de doctores. Sin embargo es justo reconocer que los remedios naturales que hoy tienen un gran predicamento entre las personas que le dan de lado a los remedios químicos, por aquel entonces eran de corriente huso, pues eran de lo más frecuente porque los remedios químicos, pocos, eran prohibitivos para el vulgo.
Bien, pues si ya están en situación les voy a ir dando remedios para curar las enfermedades que por aquellos tiempos padecían los españolitos y ustedes juzgarán cuanto tienen de brujería, cuanto de ciencia y cuanto de remedio de herboristería.
Quiero advertirles que quien esto firma no ha experimentado con ninguno de estos remedios y por consiguiente ustedes no deben hacerlo pues pueden perjudicarles en la salud. Mi pretensión solo es literaria y no sanitaria, desenterrando recetas que ya cayeron en el olvido, por curiosas y sorprendentes.
También debo confesarles que los textos los he actualizado al español que se habla hoy, pues algunos de los que encontré venían en un castellano tan antiguo que se hacía difícil entender.
Primer remedio para las calenturas, es decir fiebres, pupas labiales. No confundir con excitación sexual.
Ingredientes: Una cucharada de ungüento de álamo negro, otra de calabaza blanca, otra de nieve, como medio litro de agua de rosas, un trozo de tuétano de vaca, unos cuatro o cinco cogollos de siempreviva.
Preparación: Se machaca todo y se bate hasta que rompa a hervir.
Posología: Untar al paciente en la espalda, desde la rabadilla a la nuca y cubrir con hojas de hierba Santa, por la mañana y por la noche.
Segundo remedio para calenturas:
Se parte un huevo fresco y la membrana que tiene por dentro se coloca sobre el dedo meñique de la mano izquierda antes de que el frío apriete.
Tercer remedio para calenturas:
Se tuestan muy bien doce huesos de dátiles, se muelen y se echan en tres vasos de vino blanco de buena calidad, y se tomará en ayunas un vaso cada mañana antes de que entre el frío.
Remedio para los mareos.
Ingredientes: Ciento cincuenta mililitros de agua y un manojo de sarmientos frescos de parra.
Preparación: Se cuecen los sarmientos y se divide en tres partes la cocción.
Posología: Tomar una parte en ayunas, otra a las doce y otra por la tarde.
Remedio para el mal de uñero:
Ingredientes: Aguardiente de alta gradación. Un cascarón de huevo.
Preparación: Verter el aguardiente en el cascarón.
Posología: Meter el dedo afectado dentro, el tiempo que sea necesario.