El bosque de las palabras

Por una trampa de nuestra mente generalmente creemos que valorarse es quitar lo negativo y quedarnos con lo positivo de nuestras habilidades y recursos. Entonces nos creemos “supermanes” y nos decimos que tenemos buena autoestima. Cuando llegamos a ese punto la trampa ya está consumada. No es autoestima, es VANIDAD.
Ya en el ECLESIASTÉS se habla de la vanidad, pero en este libro bíblico se emplea una figura literaria que a mí me parece maravillosa: “Anhelo de viento”.
¿Y cómo es la persona que solo tiene “anhelo de viento”?
Por no entrar en muchos detalles, que podrán encontrarlos en cualquier página de psicología, solo apuntaré algunos que nos sirven para el hilo de nuestro “Bosque de las Palabras” de hoy.
El vanidoso es portador de la verdad. El único. Sabe de todo, lo puede todo y no hay nadie como él. Es ególatra, pedante, omnipotente, soberbio.
A mí se me viene a la mente el descansado de Jesús Gil.
Y ahora voy al cuerpo central del tema que propongo hoy. A los políticos, a los CEO de las empresas, a los cargos importantes que manejan las vidas de las personas.
Hay un caos en nuestra sociedad actual, de referentes, de ética, de moral, de vida, de acciones, que proviene de la política, de los políticos a los que votamos, y que se instala entre nosotros como un tremendo error porque los necios, los vanidosos son ensalzados y subidos a cargos importantes, mientras que los humildes, los aptos para esos cargos son ninguneados y los destinan a puestos humillantes.
En Eclesiastés se dice: “Veo a siervos ir a caballo y a príncipes marchar a pie como siervos.”
En esta vulgar sociedad que entre todos hemos construido, por lo general, las personas díscolas, arrogantes, necias, vanidosas, etc. suelen alimentarse en ambientes donde la promiscuidad de cualquier tipo: física, mental, espiritual, derivan en el ji ji ji, en el ja ja ja, en una falsa alegría que les pudre el alma.
Por el contrario las personas sabias frecuentan ambientes serios, cultos, adustos, que muchos confunden con tristes y sombríos pero que en realidad ofrecen al corazón espacios de entendimiento y generosidad para con los demás.
Ahora reflexionen sobre los políticos a los que votamos y miren a ver donde los encuadran ustedes, en la casa del sabio o en la casa del vanidoso, es decir en ese lugar dónde las personas no son nada más que ANHELO DE VIENTO.
Claro, si encuentran otro espacio señálenmelo. Pero que no sea el Purgatorio, ese lugar al que iban los tibios y que ahora ya no existe creando entre las almas un verdadero caos urbanístico.