El bosque de las palabras


Hace bastante tiempo, en uno de mis viajes profesionales a Altea, en Alicante, encontré esta curiosa octavilla, que aquí reproduzco.
Como comprenderán, la guardé porque me llamó la atención que, en un mundo chabacano y bajuno, como a veces habitamos, o lo hacemos, un colectivo de personas se empeñara en una campaña ANTIGROSERÍAS.
En realidad no hay por qué estar de acuerdo con las afirmaciones que en ella encontramos, pues un hombre de carácter, en la sociedad actual, las utiliza, o no, las desprecia, o no.
Tener carácter no es condición para no utilizar groserías, aunque muchos asimilen la utilización de la grosería al carácter de la persona.
El carácter es de la personalidad del individuo, que, más o menos culto, utiliza las palabras adecuadas, en los foros adecuados.
La grosería, a veces, solo se utiliza para enfatizar una opinión siempre dentro de un contexto.
Ejemplo: en una exposición pictórica, ante un asombroso cuadro, se exclama; “¡Qué pedazo de cuadro ha pintado el cabrón!”
Ejemplo: en una reunión de compañeros de trabajo sobre su jefe, se exclama; “¿Sabéis lo que os digo? ¡Que lo jodan!”
Ciertamente la grosería rompe la norma social de la buena educación, y por eso generalmente no la utilizamos en ciertos momentos y lugares.
Cuando el momento es más próximo y relajado, a veces, se nos escapan, o a veces, las utilizamos adrede para sentenciar ideas o acciones.
Blasfemar y decir tacos es propio, en el contexto de una sociedad educada, de una persona grosera. Pero, a veces, los tacos o las blasfemias no son tan deplorados, como hemos visto en los ejemplos anteriores, si el ambiente lo amerita. Cuando el ambiente es otro, es cuando se suele tildar a la persona de grosera.
Ejemplo: en una comida, o reunión de personas, familiares o no, en la que se habla de las virtudes, con asentimiento generalizado, de una persona, alguien espeta; “Si como cuando fue el hijo de la gran puta a sacar el dinero…”
Según reza en este panfleto “las blasfemias y los tacos son muletas para la cojera de la timidez, ante los hombres o las circunstancias” y aunque ciertamente, la grosería tenga un componente sicológico en el que se incluyen estas acepciones, no es menos cierto que la grosería, a veces, o muchas veces, según la personalidad del individuo que las expulse, actúan como de liberación emocional, quizás por eso en la octavilla se le llame “hombre malhablado, tímido declarado”, pues asocian la timidez con la utilización de palabras soeces.
En realidad una persona tímida no necesariamente ha de utilizar groserías para comunicarse, lo mas probable es que calle, pues ese es el síntoma propio del tímido, el silencio, si, y el taco, la grosería, su liberación, pero seguro que empleado en distintos contextos. ¡Pues igual que la persona de carácter!
Una sociedad educada encorseta, es verdad, pero es así como las personas hemos preferido relacionarnos para poder soportarnos, o tolerarnos, pues en realidad la tolerancia es una virtud de las sociedades diferentes, y entiendo que mejor será ser amable y educado, que grosero y soez para que podamos ir avanzando, que se supone es lo que pretendemos en la sociedad o comunidad a la que pertenecemos.
Desde luego la grosería es siempre grosería, y al igual que somos sensibles a la hora de mostrar nuestra educación, emplear la grosería de forma descontrolada delata nuestro grado de educación.