El bosque de las palabras
Habría mucho que escribir sobre las herencias que nos dejaron los pueblos que pasaron por Iberia. De estas herencias, de las mejores sin duda, son las que tienen que ver con el desarrollo cultural del pueblo. En realidad la cultura lo es todo pues contribuye al desarrollo de una nación y a la prosperidad de un país.
Sé que el título del artículo de hoy suena muy rimbombante y lo cierto es que no tenemos espacio, ni sabiduría, para abarcar todo ese espectro cultural al que les he invitado, pero seguro que ustedes, poco a poco, irán recordando cosas que tengan que ver con las culturas que nos han beneficiado a los españoles.
Yo voy a tratar hoy de un par de ellas.
Recuerden ustedes que en la España rural existían, desgraciadamente ya con menos frecuencia, las ferias de ganado que coincidían con las fiestas de los santos patrones. Aquí en Málaga recuerdo las ferias de Ronda y de Cártama.
En estos lugares, en los que concurren gentes que mercadean con las bestias, una de las preocupaciones de los compradores es la habilidad de los tratantes para convencernos de la compra del animal por el que estemos interesados, cuando no el engaño, pues sus habilidades superan a nuestros conocimientos.
Uno de los engaños más comunes en épocas remotas era el de la edad de los caballos, mulos o borricos. Ahora con los microchips este engaño no sería posible.
La edad se miraba en estos animales en la dentadura y ahí era donde se podía conocer, por aproximación, los años del caballo, y había que saber muy bien qué dientes y muelas tenían estos animales en cada época de su vida.
De ahí viene el refrán de “A caballo regalado no le mires el diente”, pues es una desconfianza hacia el que te lo regala.
Los árabes, que tenían tratados magníficos sobre equitación y veterinaria, ya descubrieron una sencilla forma de saber si el animal era joven o viejo sin mirarle la boca.
La prueba consistía en pellizcar, sin hacer daño, la tabla del cuello de la bestia que se vendía. El pellizco consistía en tomar la piel del animal entre los dedos índice y pulgar y soltarla, observando que si la piel tardaba en coger su posición y aspecto normal el animal era viejo, y si por el contrario la piel reponía rápidamente su forma, el animal era joven.
La explicación científica de esta prueba tiene que ver con la hidratación de la piel. A más edad la piel está menos hidratada y a menos edad lo está más.
En aquellos antiguos tratados veterinarios y de doma que nos legaron los árabes se aprenden muchas cosas que aún tienen vigencia, y otras no, ¡claro está!
Por ejemplo si a un caballo le salen pústulas en forma de haba que causan hemorragias y dolor estas se curan cortándolas, es decir aplicando cirugía, y después frotando la herida con una mezcla de miel, vinagre y sal.
Les puedo asegurar que mi afición a los nobles brutos me ha llevado a descubrir y practicar algunos de los métodos árabes que me dieron buen resultado.
Otro ejemplo, en la doma del potro nunca estar nervioso ni preocupado, el animal huele nuestro estado de ánimo. Nunca tratarlo con fuerza, siempre con dulzura y paciencia.