Amanda Gutiérrez dirige, desde septiembre, el Centro de Inclusión Social de Marbella, un punto en el que los vecinos sin techo o con menos recursos tienen acceso a servicios básicos, como alimentación, limpieza o higiene. El Centro, gestionado por Cruz Roja, abrió sus puertas en 2018. En su primer año en funcionamiento, el Centro atendió a 187 usuarios, de los que 18 lograron reinsertarse a la sociedad.
La situación social y económica del municipio empeoró tras el impacto de la crisis provocada por la pandemia del Covid, a inicios de 2020, por lo que los voluntarios de Cruz Roja han tenido que multiplicar sus esfuerzos. Sólo durante los dos primeros meses del Estado de Alarma atendieron en los Centros de Marbella y San Pedro, a través de una unidad de emergencia social, a 176 personas con entregas de paquetes de alimentación con desayuno, comida y cena y servicios de baño, ducha y lavandería en ambas instalaciones.
«El voluntariado es una parte fundamental de nuestro proyecto y de nuestro trabajo. Lo forman personas a las que siempre hay que escuchar, muy implicadas y que atienden en las calles hasta las once de la noche. Ser voluntario no es sólo ayudar a los demás o tener un compromiso con la sociedad; también es un importante viaje personal», apunta.
Amanda, que antes de ser directora fue educadora social en el equipo de Cruz Roja que puso en marcha el Centro de Marbella, destaca que también hay espacio para los momentos felices. «Estaba liada con mis gestiones cuando ha llegado un exusuario a darnos las gracias y decirnos que ahora es socio de un restaurante, que trabaja y que vive en un ático. ha sido bonito verlo aseado», explica. Por una situación similar pasó otra exusuaria del Centro que, huyendo de su agresor en Cataluña, término en las calles de Marbella.
